Andrés Ojeda Sotomayor
Entre los objetivos de la Agenda 2030 están instaurar en el mundo la “igualdad de género”, diseñada como “ideología progresista” para propagar las “nuevas normalidades y las “nuevas libertades”. En España y Estados Unidos ya se ampara jurídicamente a hombres que se perciben como “niñas”, donde el Estado podría otorgarles un documento de identidad para constancia que su género ha sido modificado. ¿Estas normas y conductas deben ser censuradas? La respuesta es sí. No es aceptable promover políticas públicas para satisfacer beneficios particulares en detrimento del interés social. Más allá de las preferencias personales, y de los preceptos naturales y biológicos; la percepción no cambia la realidad del individuo.
En la escuela no recuerdo a los maestros impartiendo este tipo de aberraciones, más se ponía énfasis en la sana educación y el aprendizaje de las ciencias. Ahora se habla del «lenguaje inclusivo». Al respecto, la Real Academia Española (RAE), señala que el uso del masculino gramatical está asentado y no supone discriminación sexista. Se insta usar –todos- para el género masculino, y –todas- para el femenino; en lugar de decir –todes- para incluir ambos géneros. Otro modelo impositivo carente de sustento lingüístico y que atenta contra el idioma español.
No podemos ser ratones de laboratorio de la neodictadura engañosa, o veremos una degeneración colectiva, alienada y con severas patologías mentales. El adoctrinamiento se muestra respetuoso de la libertad, pero solo busca normalizar la pedofilia y otras perversiones. Enfrentamos una guerra espiritual que socava la esencia e identidad propia del ser. Urge mayor control parental de lo que consumen los niños y adolescentes en redes sociales. Termino acuñando una frase del pensador hindú, Jiddu Krishnamurti: “No es saludable adaptadarse a una sociedad profundamente enferma”.