Victoria Ramón
Cuando en una sociedad empieza a normalizarse la violencia, producto de los múltiples problemas sociales en los que vivimos, desidia ciudadana e incapacidad gubernamental, se aprende instintivamente a sobrevivir con el miedo, la incertidumbre, y a permanecer indiferentes en un ambiente ausente de paz y seguridad.
Las informaciones que hasta hace poco nos llegaban sobre la otrora llamada crónica roja, y que, en su momento, fueron piedra de escándalo, ahora se han convertido en datos amorfos, carentes de sentido y relevancia social. No pasan de ser frías estadísticas que algún día serán revisadas por algún investigador minucioso.
En estos momentos, es cuando más se requiere la presencia de un Estado fuerte que sea capaz de asumir su rol y garantizar eficientemente la seguridad ciudadana. Esta no puede ser tratada de forma individual. Precisamente, el Derecho y las Leyes han surgido de la necesidad de proteger y regularizar los comportamientos sociales para convivir de forma armónica bajo normas aceptadas y aplicables a todos por igual.
De seguir así, la incertidumbre y el miedo actuales pronto se transformarán en una peligrosa inacción social, que, de no corregirse a tiempo, nos estarán llevando a las puertas de un Estado fallido. La responsabilidad es de todos y todas.