Enseñar la Identidad Terrenal

Positividad tóxica
Personaje lojano

Álvaro Peña Flores

Los problemas de la minoría son los problemas de la mayoría, al menos esa es la moraleja que nos deja el cuento africano de las lagartijas que se peleaban en el techo de paja de la casa de una anciana y que pese a la insistencia del perro que trataba de separarlas pidiendo ayuda al gallo, al buey y al burro, todos se negaron aduciendo que no es asunto de ellos, porque cuando no se ve, ni se escucha, no pasa nada. Al final, la pelea originó un incendio producto de una paja que cayó en la hornilla de la casa, matando a la anciana.  En la cultura africana los funerales de los ancianos se los celebra con fiesta porque se considera que han sido personas de bien por lo que han llegado a tal edad y, como en toda fiesta se necesita comida; por lo que matar al gallo y al buey para el banquete fue la mejor opción. El perro aturdido por lo ocurrido miró al burro, que como tal cargaba agua para apagar el incendio, y le preguntó: ¿No que no era asunto tuyo la pelea de las lagartijas?

Involucrarse en los asuntos comunitarios es cuestión de identidad terrenal, y ese es el planteamiento que Edgar Morín hace en su cuarto saber para la educación del futuro; el pensamiento complejo nos ayuda a tomar en cuenta de manera sistemática los grandes problemas globales en concordancia con la cotidianidad de la vida de todos los humanos y su involucramiento en la sociedad de la que es parte. La crisis generada por la pandemia nos lleva a cuestionar nuestra forma de vida y nuestras necesidades reales escondidas en las alienaciones de la vida diaria. La educación debe enfocarse en crear un pensamiento que no reduzca la idea de desarrollo a una perspectiva meramente económica de consumo y beneficio, sino que sea más humana y social.

Cuenta un jefe espiritual amerindio que en la sociedad de los blancos cuando nace un niño, se agrega un cuadradito a la sociedad; en su sociedad cuando un niño nace, se agranda el círculo.

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