La campaña electoral

Carlos Arellano

Transitar por las estrechas calles del centro de la urbe o recorrer la parroquia rural más alejada, permite evidenciar la opulenta campaña de cuatro de los nueve aspirantes a la Alcaldía de Ambato, quienes son los favoritos para convertirse en el próximo burgomaestre. Sus nombres responden a: Luis Amoroso, Javier Altamirano, Diana Caiza y Salomé Marín. Pero, sus acciones también reflejan el irrespeto a la ciudad.

Por ejemplo, la vía Ambato – Guaranda, es una sucursal de Pachakutik. Los grandes afiches de Caiza sobreabundan sin ningún control, atentan contra el espacio y opacan el paisaje característico de la zona. Amoroso, Altamirano y Marín optaron por empapelar el área urbana con sus enormes letreros. A excepción del actual alcalde -candidato a la reelección-, el resto de los aspirantes plasmaron sus propagandas en distintas paredes de la urbe.

De la misma manera, el afán de los candidatos por alcanzar la Alcaldía les hizo perder la mesura: promueven la violencia política, evitan responden las interrogantes planteadas en los debates, estacionan sus vehículos en sitios no permitidos, obstaculizan las calles céntricas para demostrar quién tiene la hinchada más amplia o pagada y juegan con las ilusiones de los ciudadanos que exigen obras en las zonas más olvidadas de Ambato.

Las pancartas, los volantes, los vehículos, la promoción en redes sociales, las decenas de brigadistas que trabajan en amplias jornadas de hasta 12 horas al día, las dádivas para los electores, entre otras, demuestran que no existe límite ni control en el gasto electoral.

La ruidosa campaña que pronto terminará nos deja varias dudas. ¿Quiénes financia a los candidatos? ¿Cuál es su afán de ocupar la Alcaldía? ¿El financiamiento amarra algún compromiso con la Municipalidad? ¿Qué nos espera si cualquiera de estos aspirantes, que irrespetan el espacio público e incumplen la Ley, llega a la Alcaldía?

Sebastián Dávalos, durante el debate de candidatos a la Alcaldía organizado por el CNE, expresó: «el que paga para llegar, llega para robar, lo que vemos son campañas que tienen todos los puestos vendidos en el Municipio». ¿Dávalos está equivocado? Solo nos queda esperar a que dichas expresiones no sean un hecho ya consumado.