Entre aduladores

Carlos Arellano

Ambato despertó bajo la sombra de una nueva marca ciudad, un deseo pasajero de la actual lideresa municipal, que a lo sumo durará ocho años antes de ser reemplazada por una nueva estrategia comunicacional. Con la presentación de esta marca, emergieron los aduladores, aquellos que ensalzan a la alcaldesa por cada acción que emprende.

Estos aduladores, por ejemplo, evitan que la señora Caiza comprenda que su gestión no se limita a realizar visitas sorpresa a distintas dependencias municipales, acompañadas de fotógrafos que obedecen guiones planificados; todo esto con el único propósito de crear contenido para las redes sociales y proyectar una imagen de transformación en una ciudad que carece de cualquier signo de tal cambio.

Algunos la elevan hasta los cielos promoviéndola como la futura presidenta ecuatoriana, mientras otros la califican como la «Bukele ambateña», sin considerar siquiera que no ha cumplido los primeros 100 días en el cargo. Quienes se atreven a hacer tal comparación no comprenden que esta similitud resulta inaceptable por dos razones fundamentales: en primer lugar, un alcalde no posee las mismas atribuciones que un presidente; y, en segundo lugar, el supuesto programa exitoso del presidente Bukele no es más que una dictadura disfrazada, basada en la falta de respeto a las libertades civiles, la violación de los derechos humanos de miles de salvadoreños, la propaganda desenfrenada y la ausencia de independencia en todas las funciones del Estado.

Por otro lado, el tan alardeado «cambio» que se intenta imponer en la opinión pública -como era de esperarse en cualquier administración con apenas 60 días en funciones- es inexistente. Por qué no existe aún una firme voluntad de abordar los problemas primordiales que aquejan a los ambateños: el transporte público, la inseguridad ciudadana, el crecimiento descontrolado del comercio informal que amenaza con invadir el entorno del edificio municipal central, la escasa inversión, el abandono de los espacios públicos, entre tantos otros males.

Al menos deberá transcurrir un año para evaluar si las decisiones tomadas por la alcaldesa han sido las correctas. Mientras tanto, la señora Caiza debería abandonar su intento de crear en la colectividad una ilusoria imagen de cambio que simplemente no existe.