En memoria a Botero

Iván Paredes

Un viaje inesperado con varios obstáculos que debían superarse, fue el inicio al mundo de la gordura, quedando aquella satisfacción que todo esfuerzo vale la pena. Transcurría el año 2008, cuando, de repente fuimos invitados al VI Congreso de Antropología, realizado por la red de RELAJU, en la ciudad de Bogotá – Colombia, dirigida en aquel entonces por nuestra recordada y distinguida amiga Esther Sánchez Botero, a lo cual, no podíamos negarnos e hicimos nuestro equipaje compuesto de la vieja mochila que siempre estaba lista para esos recorridos de aventura, sapiencia y quimera, y que, nos ayudado a acarrear ese cúmulo de anécdotas y experiencias, propias de un viajero.

Por avatares del destino, no tuvimos el agrado de entrevistarnos con Fernando Botero, hombre colombiano muy querido y respeto por su país y, no es para menos, si tomamos en consideración lo que ha producido y aportado al mundo; pero, fuimos guiados al “Museo de Botero”, que lleva el apellido del gran pintor y escultor Fernando Botero, por iniciativa de las autoridades bogotanas, de lo contrario, debía haber estado en Antioquia, es que, Bogotá se caracteriza por el valor que brindan al arte y la cultura, prueba de ello, es su Museo Nacional creado en 1823, siendo uno de los primeros a nivel de Latinoamérica.

Al encontrarse en el interior, automáticamente, los sentidos se trasladan a un imaginario realista del estilo figurativo que Fernando Botero plasmaba en su arte, por ello, era conocido como el pintor de “Las Gordas”, pero que en realidad quería expresar la belleza y sensualidad que el volumen transmite, especialmente, en lo que respecta al cuerpo de la mujer. Ese expresionismo abstracto, que se conjuga en épocas universales, tomando como iniciativa Grecia y que tuvimos el honor de ser testigos de una estética en el tiempo, que será difícil de alcanzar. El pasado viernes 15 de septiembre, abandona este mundo, pero nos deja un arte contemporáneo, sui generis. Paz en su tumba.