El 5 de agosto de 1949 Pelileo y Ambato sintieron uno de los terremotos más penosos de la segunda mitad del S. XX en Ecuador; más de seis mil personas murieron y toda la provincia damnificada. Este hecho marca el “momentum” entre el antes y el después de la capital tungurahuense. El filósofo contemporáneo Michel Onfray hablaría de estas rupturas en la vida de las personas y sociedades como acontecimientos únicos, es decir, nada será igual y todo el devenir será todo lo que el destino no planificó. Así el futuro de Ambato es todo lo que el destino no quiso y es lo que sus sobrevivientes visionaron.
En esa relación los sobrevivientes de Ambato, entendieron que el momentum era dejarse vencer o levantarse para demostrar que son mucho más que destino. Por ello, me cuesta reducir este hecho vital en las fiestas y rememoraciones que devinieron después del terremoto; prefiero compartir todos los valores desencadenantes que se exteriorizan como por ejemplo: todo ambateño regresa a la tierra; todo ambateño no se va porque ama su terruño, ambateño que se respeta le gusta el trabajo y no la dádiva ni el regalo, que los desiertos se convirtieron en vergeles por su trabajo, es productivo, honesto, puntual, cuenta con industrias emblemáticas para el país como: calzado y cuero, textil, metal mecánica – carrocera, avícola, cuenta con cuatro universidades de prestigio, es decir, las y los ambateños de 1949 estarían orgullosos de este futuro.
Hoy se plantea volver a los “orígenes”, y nos encontramos en un nuevo sismo de valores, de principios, dónde las y los jóvenes de hoy se preguntan: ¿con tanto candidato quién puede hablarnos de ética, solidaridad, puntualidad, trabajo para que nuestro siguiente futuro tenga nuevamente ese “momentum”?, esa ola, ese click que envista a nuestras instituciones de verdaderos representantes que orienten los destinos de los ambateños sin shows, ni vitrinas sino que nos lleve a ser la primera provincia en desarrollo y honestidad. Esperamos ese “momentum” definitivo.