Eddy Arrobo Rodríguez
Cada 09 de diciembre se celebra el Día Internacional contra la Corrupción, conmemoración que se crea por parte de la ONU con el objeto de hacer conciencia colectiva para luchar por desterrar todo indicio de deshonestidad y perversión, ya que la corrupción es la principal lacra social, desgracia para la prosperidad y estabilidad mundial.
La investigación realizada en 180 países del mundo sobre los niveles de percepción de la corrupción en el sector público, divulgada por Transparencia Internacional, es vergonzosa, ya que señala que en la última década, 155 países no han hecho ningún progreso significativo contra la corrupción, estudio que nos hace conocer a ciencia cierta que a nivel mundial se vive en una atmósfera putrefacta y vacía, donde el entorno que nos cobija está impregnado de la desvalorización moral, la misma que ha llegado a tal punto de convertir lo que antes era malo o prohibido, en normal y permitido.
Paralelamente a esta percepción global, en el Ecuador la corrupción es una constante, está a la orden del día incrustada en todos los niveles estructurales de la sociedad, siendo los cachiporreros de este mal actuar un sinnúmero de aventureros de la política que dan mal ejemplo con su cinismo y pésimo actuar, que hasta tienen el descaro de aconsejar a la ciudadanía de “que si van a robar, roben bien”. Además, generan decretos para favorecer a determinados grupos o personas que están por encima de la Ley.
Ante esta problemática, la presente y futuras generaciones tienen el reto de luchar en contra de la corrupción; en nuestro país, lamentablemente esta fecha pasó desapercibida, ya que las autoridades que están al frente de las instituciones públicas y la sociedad civil no han tomado conciencia ni han creado vínculos para establecer acciones o programas de prevención de la corrupción y de fomento de la transparencia de las actividades en general.