Con alma medieval

Pachakutik alcanzó sus máximos históricos gracias a que su candidato presidencial (al menos en ese momento) parecía representar las aspiraciones de una izquierda renovada. Sin embargo, sus acciones en lo que va de legislatura han demostrado que las telarañas al interior del movimiento son más pesadas y estorbosas de lo que cabía esperar.

Es el partido con más denuncias de corrupción y en lugar de responder con un mínimo de autocrítica o una camuflada decencia, ha preferido recurrir al escudo de su temporal mayoría y la sobada carta del desfavorecido ancestral. Madurez política a los 593.

Con un espíritu de cuerpo enfermizo y eclesial, han cerrado filas para proteger/defender las vergonzosas declaraciones de la asambleísta Cerda mientras la bautizaban cómo no, con el agua de los mártires y los incomprendidos. Resulta penoso que aún en el poder hay gente que no deja de ser la víctima de alguien más, como si su llegada y su presencia en la mayor función del Estado hubiera sido en vano.

Salvador Quishpe ha demostrado su talante para renovar ese sectarismo cuentapenas que es precisamente lo que aísla a su movimiento de amplificar su universo de votantes. En sus declaraciones se muestra contemporáneo de Atahualpa en cuestión de rencores, de un Marx desinformado en materia de ideas y de Torquemada a la hora de entronizar su institución antes que su credo. Lástima que ni sumando todos los años de esas épocas revividas, podría rozar el agreste panorama del 2021, en el que se requiere, se exige, su presencia.

Para cerrar con broche de ¿oro? El hambriento asambleísta Vargas propone que antes que investigar a los asesores vende puestos de PK, mejor sancionar a quienes infiltren sus vergüenzas o se atrevan a perseguirlas como lo hace ese hereje, Fernando Villavicencio. En fin, crónicas de un progresismo con alma medieval.