Mediocridad de excelencia

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

Ecuador sobrevive pese a los empeños de los ecuatorianos en acabar con él. Porque no nos engañemos, el pintoresco surtido que rellena la Asamblea es en parte y en todo el reflejo de una población que ha declinado sus deberes ciudadanos o quizás nunca los comprendió del todo.

Hay una multitud de causas detrás de la apremiante crisis de gobernabilidad que vivimos, desde la falta de costumbre y talante democrático pasando por la erosión de los partidos, el populismo, el abandono de las élites y una indecible inclinación por la medianía. Una mediocridad de excelencia.

Así lo prueban esos discursos sin fuelle ni fondo, esas votaciones sin debate, esas declaraciones sin base de la que tanto alardean los parlamentarios y de la que tanto deberíamos avergonzarnos sus votantes. Hay excepciones, por supuesto, pero si queremos empezar el rescate de nuestro panorama político debemos admitir la degradación del mismo y atacar sus causas.

Empezar, por ejemplo, por preguntarles: ¿De qué privatización hablan si la propia Constitución la prohíbe? ¿Por qué no atacaron la constitucionalidad del proyecto en lugar de llenarse la boca con discursos ramplones propios de una izquierda rancia y acomodaticia? ¿Será, acaso, porque veladamente estaban protegiendo los negocios de cien familias que viven de la protección del Estado y el cuento de la gratuidad pública cuyos mayores beneficiarios fueron los propios funcionarios públicos? Si tan seguros estaban de la legitimidad de las amnistías ¿Por qué debatirlas en bloque y no por separado? ¿Por qué darles carta blanca a 260 terroristas y negarles un empleo digno a millones de ecuatorianos? ¿Para beneficiar a los sindicatos y colectivos, aumentar sus privilegios y mantenerlos como fuerzas de choque partidistas y limitadas? ¿Por qué prefieren hablar en lugar de leer? Así de sencillo. Finalmente, ¿Es mediocridad innata o adquirida?