Rogelio Morales Cattani
Cuando un pueblo se encuentra en las precarias condiciones de inseguridad a la que nos han llevado, cuando un gobierno agoniza sin pena ni gloria, cuando un grupo de ineptos no han podido controlar ni siquiera a los delincuentes detenidos en las cárceles, lo que menos se aspiraba es que los candidatos a la Presidencia de la República enfrenten este problema y muestren otro nivel. Ya no es tiempo de mencionar una lista de títulos universitarios o número de maestrías logradas, ahora se trata de evaluar la forma de cómo reaccionar con criterio a varios problemas sociales desatendidos.
El último debate, como diría nuestro pueblo, estuvieron flojos y muy limitados “ambos tres” porque hasta la periodista no estuvo a la altura de las circunstancias. El no vivir en el Ecuador y ser ajena al día a día de nuestra patria le pasó factura y era un hecho que debía valorarse previo a su nominación, error que tuvo consecuencias en el desarrollo del debate.
Criticable que, ante la propuesta de uno de los candidatos, (cualquiera que haya sido), de llamar a una “consulta popular” para tratar de enmendar lo que no funciona, la señora “moderadora” que no vive la inseguridad que vive la mayoría de ecuatorianos, simplemente CUESTIONÓ la idea, lo hizo con el argumento que cuesta mucho dinero, así, más que preguntar, dio su opinión sesgada y ella no estaba allí para eso, ni para criticar a los candidatos, a pesar que indirectamente lo hizo solo con uno de ellos.
Si los aspirantes a huéspedes de Carondelet estuvieron o no flojos es una cosa, pero que el nivel parecía el de un “debate para consejo estudiantil” de colegio, es evidente. Para decepcionarnos más, la moderadora no se preparó como debía y como sí lo hicieron los candidatos que estuvieron muy light, o sobre entrenados, evitando profundizar temas trascendentales como, salud, educación, seguridad, empleo, etc…
Un “debate decepcionante” que no aportó ni estuvo a la altura de lo que se esperaba.