Navidad: solsticio

Verónica Narváez

Verónica Narváez Terán

La Navidad es tan simbólica como vivida; en ella se entrelazan el pasado, el presente y los anhelos futuros en una única noche o a lo largo de varios días. Y es que hay muchas realidades en estas fechas que permiten creer y sentir la verdad del compartir y la esperanza del mañana.

El solsticio de invierno, que coincide con estas fechas, da inicio a una celebración que trasciende en diversas culturas y corrientes espirituales. Esta festividad no solo representa un punto de encuentro entre tradiciones ancestrales, sino que también simboliza la renovación y la luz en medio de la oscuridad invernal. Así, la representatividad de nuestras creencias religiosas nos dice que el niño Jesús nace en nuestros corazones, mientras, de forma paralela, el sol lentamente pasa a iluminar la oscuridad en el espacio externo.

Aceptamos esa dualidad, la necesidad de la luz, la realidad de su presencia y así también de la oscuridad, que bien puede ser equiparada a nuestras noches oscuras del alma. En estas fechas, reflexionamos sobre la importancia de encontrar luz en medio de nuestras propias oscuridades, buscando la renovación interior y el renacimiento espiritual. Tanto sirve la oración, meditación o mera contemplación, un momento de quietud interna. Como el invierno intenso del norte, con la oportunidad de pasar en familia recibir una nueva luz en nuestra tierra y corazones.

Así, la Navidad se convierte en un recordatorio poderoso de que, incluso en los momentos más oscuros, existe la posibilidad de encontrar luz. Es a través de la fe y las enseñanzas que los deseos se expresan en regalos sentidos y presentes de tantas formas, la más importante poder reunirnos con los seres queridos presentes, recordar los ausentes, es conexión espiritual al igual que universal.

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