Inseguridad

Ariana Miñaca Toro

Ecuador es un país de sobrevivientes. Hemos aprendido a lidiar con situaciones que son increíbles en otros países: corrupción, inflación de la moneda nacional, una serie de cambios presidenciales y constitucionales.

Hay una larga lista de otros problemas más cotidianos a los que se tiene que enfrentar la gente, como: la falta de material para sacar la cédula, accidentes en la carretera, los procedimientos de las instituciones públicas cambian constantemente, y una larga lista de eventos inesperados nos esperan en las calles.

Estamos tan acostumbrados a diferentes situaciones que nada nos sorprende. Sin embargo, de todos, estoy segura de que solo hay uno que no nos deja dormir: la inseguridad. Esa sensación de no poder salir a la calle sin preocuparnos de que las balas perdidas acaben con nuestra vida o la de nuestros seres queridos.

Este sentimiento, me atrevo a decirlo, se ha convertido en una nueva forma de vida. Elegimos no salir de noche, cambiar nuestras rutas diarias, esconder nuestros teléfonos, agarrar nuestras billeteras, vivir en rejas junto a las ventanas, cerrojos en las puertas, sirenas, cercas con pinchos o botellas rotas, todo por protegernos.

Vivimos en una época de miedo. Una vida sin motivación para adquirir nuevas metas materiales porque todo corre el riesgo de ser arrebatado.
Para empeorar aún más este panorama deprimente, otro factor que alimenta la ira y el descontento cívico es la impunidad.

Lo que es escuchar las noticias. Cualquiera que haya sido víctima de un delito experimentará una pesadilla porque le toma más tiempo a la víctima presentar una denuncia que a las autoridades liberar al delincuente.

Hacemos un llamado solemne a las autoridades para que respondan a la desesperación y sufrimiento de los ciudadanos que anhelan volver a vivir en paz y disfrutar de sus derechos fundamentales a las cosas por las que trabajan y han sido protegidos por el Estado.

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