Hipócrates el grande 

Yveth Romero Padilla

Se dice de Hipócrates que descendía de una estirpe de magos de la isla de Cos, directamente emparentado con Asclepios, el dios griego de la medicina. Fue venerado durante siglos como personificación del médico ideal y como el padre de la medicina. El filósofo y el científico cohabitan en el Maestro Hipócrates. 

Entre las maravillosas aportaciones que este médico hace a la medicina, destacan la consideración del cuerpo como un todo. Se preocupó por conocer el cuerpo y su fisiología. Demostró tener el don de observación muy fino y selectivo; una gran sensibilidad para sentir o adivinar; y, sobre todo, una intuición excepcional, que aparece en sus doctrinas embriológicas, psicológicas y de ámbito antropológico, entre otros.

 En sus procesos médicos, propone purgar el cuerpo antes que purgar el alma; y promueve el principio vital llamado soplo o pneuma, lo que se mueve y lo que se respira. Enseñaba que el aire y el espíritu animan al cuerpo, imprimen fuerza a las cosas y dan la vida a los hombres. También afirmaba que en el aire se producen las enfermedades o miasmas. 

Este maestro médico, ya dijo que una vida mental anormal o desequilibrada, engendra neurosis, y psicosis y que la meditación es al espíritu lo que los paseos al aire libre son al cuerpo. Cuanto más se conocen sus obras y comentarios, el eterno Hipócrates el grande, se nos vuelve infinito, fuente inagotable de sabiduría y ciencias, conservando toda la frescura de su propia época, integrándose así en la cadena mágica del tiempo. 

Fue autoridad de ética y una moral en la práctica médica de la cual proviene su famoso «Juramento Hipocrático». Considerado como el padre de la medicina fue, según autores antiguos y modernos, la más alta manifestación médica del llamado “milagro griego”.

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