Ante la precaria situación económica del país, ha surgido una ola migratoria hacia otros países. Esta situación no es algo nuevo en la historia ecuatoriana. A finales de los años 90, sucedió el éxodo más grande que se haya visto en el país, con más de 2 millones de personas saliendo del mismo.
Aunque, en la actualidad las cifras no lleguen a superar las 200.000 personas, las noticias de detenciones diarias en la frontera de México con Estados Unidos no dejan de cesar, y que incluso ha llevado al país mexicano a solicitar visa a los y las ecuatorianas.
Entre las principales causas de esta masiva migración, se encuentra la falta de empleo, con mayor afectación en la zona rural. La falta de oportunidades al momento de acceder a un crédito, ya sea en un banco o una cooperativa, o la nula acción por parte del gobierno en atender las necesidades de este sector (lo que incluso ha llevado a la renuncia de la ministra de Agricultura y Ganadería), han llevado buscar oportunidades en el exterior.
Urge que se produzca esa tan anhelada reactivación económica que, supuestamente, se iba a ver acompañada de la vacunación, como sí se ha producido en cualquier otro país con cifras de vacunación tan exitosas como las del Ecuador.
Esta masiva migración ya está teniendo sus consecuencias, en su gran parte negativas. Desapariciones, muertes, infantes alejados de sus padres, violaciones, es lo que acompaña a este tipo de catástrofes sociales.
Este tipo de sucesos resultan una gran alarma para cualquier país, signo inequívoco de que la situación es pésima en cada una de sus dimensiones. Sucedió en el Ecuador del 99, en la Cuba de Castro, en la Venezuela de Maduro, en la reciente crisis migratoria de América Central, se pierde el capital más valioso de un país, el humano.