Presenciamos una nueva modalidad delincuencial desde la década infame. Son organizaciones criminales que forman «partidos y movimientos políticos», para ajustar a las reglas de la democracia, su participación delictiva, orientada a asumir el poder, para saquear bienes públicos, recursos naturales y robar el ahorro de los ciudadanos a través de impuestos, para despilfarrar.
Mientras los líderes de opinión, periodistas, intelectuales, los sigan tratando como «populistas», asumen el papel irresponsable de colaboracionistas con el narco-terrorismo internacional, que está detrás de estas facciones del crimen organizado.
Por otra parte, muchos respetables ciudadanos, líderes políticos, militares, consideran que sólo Venezuela está bajo el poder del socialismo del siglo XXI, de la corrupción, bajo el poder de la violencia. Allí radica todas las omisiones, todos los errores que estamos cometiendo. No sólo es Venezuela, el país que está bajo el poder del socialismo del siglo XXI; también lo está Ecuador. Por la cobardía y parsimonia de Piñera, acaba de caer Chile, en las redes del narco-terrorismo internacional, eufemisticamente denominado «socialismo del s.XXI», que es como a los narco-comunistas, les gusta ser identificados. Si no aceptamos que en la década infame 2007-17 se instauró un narco-Estado en Ecuador, no vamos a entender la dimensión del problema; y, por tanto, vamos a seguir errando al adoptar soluciones.
Lo que nos sucede, es similar a la enfermedad del alcoholismo: si el enfermo no admite que es alcohólico, jamás adoptará las medidas adecuadas para su tratamiento y curación.
El Ecuador ya está bajo el imperio del narco-terrorismo internacional, con ambigüedad atenuante, denominado «socialismo del s.XXI». Cuando partamos de esa premisa, las políticas a adoptarse serán las correctas; mientras tanto, serán erráticas, carentes de efectos positivos para el país, terminarán como políticas colaboracionistas para la permanencia y crecimiento del narco-terrorismo internacional.