El racismo que nadie ve…

Anita Caicedo

Las mujeres enfrentan toda suerte de barreras para ejercer el poder; en una sociedad machista y racista son fuertemente obstaculizadas: humilladas, ridiculizadas, violentadas al tratar de hacerlo.

La discusión sobre el empoderamiento de las mujeres no puede evitar un análisis interseccional que posibilitará el reconocimiento de que, en una sociedad racista, las mujeres negras enfrentarán dificultades innombrables solo por el hecho de ser negras.

En la población los efectos son de un racismo que se supone velado pero que explícitamente impone una sub ciudadanía y existencia, como regla para la población. Tenemos que ser realistas y admitir que aunque casi nadie en este país se reconozca racista, la mayoría se siente muy feliz cuando el bebé que nace es clarito, cuanto el yerno o la nuera no tienen la piel oscura y cuando se le puede decir libremente al hijo que se bañe porque esta” negrito “
Difícilmente reconozcamos la capacidad productiva de las personas negras y para ser francos la mayoría espera que esa joven negra en la sala de reuniones sea la que se ocupa del café. Los últimos años fueron pródigos en ejemplos de cómo la sociedad racista trata a las mujeres negras en espacios de liderazgo y poder. Si analizamos los estudios acerca de racismo institucional, veremos que no importa el puesto de trabajo: las mujeres negras enfrentaron y enfrentarán una violenta resistencia a su presencia en espacios de liderazgo, por ser mujeres y principalmente por ser negras.

Por el hecho de ser negras, esas mujeres ven sus voces e historias de violencia silenciadas, tienen una existencia regida por la lógica del “por lo menos” y la esperada “gratitud”. Para las mujeres negras las cosas siempre llegan por la mitad y aun así ellas tienen el deber de bajar la cabeza y agradecer. No reciben el mismo salario ni del hombre blanco ni de la mujer blanca que estuvo antes que ella, pero por lo menos están en el puesto: ¡deberían agradecer por eso!

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