Autoridades y delincuencia

Luis Intriago Luna

Luis Intriago Luna

El pueblo se pregunta: ¿Qué hacemos? Estamos a merced de un Estado fallido, viviendo momentos de la narcopolítica. No hay justicia; los que se creían que apalancaban la justicia, una gran cantidad de jueces y fiscales, están presos; generales de policía y de bajos rangos, en entredicho su reputación y en las cárceles del país.

 Cómo se explica que ingresan  vehículos al canchón en custodia  policial y de tránsito, por algún incidente o por  secuestro, y entran registrados con todos sus accesorios y cuando el usuario  lo retira, encuentra que su carro  ha sido desvalijado, no tiene la mayoría de sus componentes. No obstante, la policía dice no saber nada. Esto viene ocurriendo hace decenas de años, pero ahora es demasiado visible que, habiendo tantos policías custodiando los patios de vehículos, se esté produciendo este robo descarado, y no hay nadie quién se responsabilice por estas pérdidas. Tanto es así que el dueño  debe   resignarse a recibir su vehículo desmantelado.     

Por otro lado, los “padres de la patria” envueltos en narcopolítica y lavado de activos, comprando a  jueces y fiscales para sacar fallos a favor de  compras fraudulentas de terrenos, como el caso de Pablo Muentes; un expresidente de la República conversando con el capo de la droga para ayudar a sacar de la cárcel a su exvicepresidente. Como si fuera poco, tratan de sacar a la única persona que está actuando rectamente en pro de llevar a la justicia a los que se encuentran sindicados por actos delincuenciales: a la señora Fiscal General de la Nación, quién se ha parado firme y honestamente a fin de  que aquellos malhechores y corruptos los ponga bajo la orden de  jueces para ser juzgados.

El pueblo sufrido verdaderamente no sabe qué hacer y, en  su desesperación al verse sin protección, intenta cerrar sus negocios y emigrar a otro país a buscar cómo sobrevivir, aunque en muchos casos, lastimosamente, encuentran la muerte. 

Hasta que exijamos una nueva Constitución para reformar la misma y las leyes del país, que Dios nos ampare.

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