Arte y belleza

Yveth Romero Padilla

Yveth Romero P. 

En griego, la palabra arquetipo se forma de la palabra “arché” que significa origen, principio, elemento fundamental; y de la palabra “tipos” que se traduce como molde, prototipo o modelo. Los arquetipos son modelos primordiales y, por lo tanto, eternos

 El filósofo Platón señalaba que los arquetipos  eran cuatro: lo bueno, lo justo, lo verdadero y lo bello; y aseguraba, con toda razón, que cuando estos arquetipos se plasman en el estado, daban nacimiento a la religión, la política, la ciencia y al arte, respectivamente. Vemos que los arquetipos son el origen de todo lo que existe, la idea original de todo lo que conocemos. El arte, considerado así, como la forma de representar lo bello, despierta en el alma humana el recuerdo de la eternidad y por eso, una obra de arte bella nos conmueve.

 La belleza plasmada a través del arte eleva nuestra alma, la lleva a vivir sentimientos más sutiles, difíciles de explicar en palabras. También existe un arquetipo de lo humano, y existe en lo profundo de nuestra alma, nos corresponde vivirlo, por eso el arte, como plasmación de lo bello, de la armonía, del equilibrio y de la justicia, debe ser parte de nuestra vida. 

Nuestra alma busca, necesita, de la belleza, porque le es natural. En lo concreto, en lo cotidiano, en el ciudadano común, hablamos de un saber hacer, donde la belleza esté en nuestros gestos, en el respeto y consideración; el arte también está en una mesa bien servida, en el amor al preparar los alimentos, en un jardín bien cuidado, en el arreglo e higiene personal; así el arte como un “saber hacer”, se convierte en nuestra responsabilidad, y vivir y practicarlos cada día, le da verdadero sentido a nuestras vidas.

Nueva Acrópolis Santo Domingo