No se trata de crear anticuerpos

Delia Steinberg Guzmán

Vivimos en un mundo polucionado y nos hemos acostumbrado a ello. Sobre todo en las grandes ciudades el nivel de la contaminación ambiental crece día a día, pero como no podemos abandonarlas, porque allí siguen ancladas nuestras obligaciones, simplemente nos fuimos adaptando a esta situación.

Nuestros organismos han creado anticuerpos y, casi naturalmente nos acostumbramos a lo antinatural. Sin embargo el proceso es más complejo: la situación no se reduce al medio ambiente físico sino que se expande a los planos psicológicos y mentales enrareciendo las vivencias humanas hasta puntos insospechados.

La suciedad psicológica se manifiesta en emociones burdas que se introducen por todos los resquicios de la vida. La violencia, la agresividad, el egoísmo a ultranza, parecen ser las medidas habituales en la mayoría de las sociedades. Al principio provocan grandes sufrimientos- y los siguen provocando- pero si antes uno se preguntaba hasta dónde era posible aguantar si estallar, nos hemos creado anticuerpos para defendernos y seguir adelante como se pueda. ¿Y qué hacer con la corrupción que se presenta inesperadamente en cualquier rincón hasta en los que considerábamos conocidos y a buen recaudo?

Hay quienes entran en el juego, justificándolo, otros se hacen a un lado tratando de no enfermarse. De una u otra forma los anticuerpos nos hacen ver como algo casi normal lo que en conciencia, nos espantaría de vergüenza. Ante la enfermedad, una vez más han aparecido los anticuerpos- asimilar esas ideas si es que merecen llamarse así y rechazar cualquier otra que se le oponga. En el fondo esta pasividad no es saludable es apenas un reconocimiento subconsciente de que no hemos aprendido a razonar por nuestros propios medios y de que, aunque intentáramos hacerlo, nos señalarían como locos

Nueva Acrópolis Santo Domingo