Ruby Mena Melo
Las clases sociales se entienden como diferentes grupos de personas estratificadas por una sociedad según las condiciones sociales y económicas relacionadas a ellos, que las distinguen de otras clases existentes. Estas condiciones pueden estar enlazadas con su posición en la pirámide de la economía de consumo, con su posición en la dinámica de la producción social o con su posición en las estructuras burocráticas.
En la antigüedad había clases más o menos inamovibles, como la nobleza y la esclavitud, determinadas por el nacimiento o el resultado de la guerra.
De esta forma, la aristocracia se basaba en la herencia directa y la sucesión del poder, como los reyes europeos medievales, mientras que los esclavos eran capturados como botín de guerra durante las derrotas militares o nacían de madres esclavas.
El concepto de clase social, tal como lo entendemos hoy, se remonta a los inicios de la sociedad industrial, cuando no existían conceptos feudales, sino divisiones sociales determinadas por su ubicación en la lógica de la producción comercial y el capitalismo.
En las sociedades modernas, a los individuos se les asigna una clase social por nacimiento, pero pueden ascender a clases superiores o descender a inferiores a través de diversos mecanismos.
Esta división es una abstracción de la realidad, ya que se sustenta en unos parámetros y no en la totalidad de las peculiaridades del ser humano. Tal segmentación implica que cada clase social tiene un propósito evolutivo en la sociedad misma y en la humanidad futura, pero no en la realidad de la persona.
Actualmente, el dinero brinda a las personas la oportunidad de expresarse, afortunadamente no para todos, pero sigue siendo el factor determinante. La percepción de conflicto entre clases, aunque los más pudientes no sean capaces de reconocerla en numerosas ocasiones, está más viva que nunca debido a la crisis económica en la que vivimos, en donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez son más pobres.