Decir la verdad muchas veces te condena… Vivimos en una sociedad con una necesidad imperiosa de agradar o “espíritu de cuerpo”, a sabiendas de que está mal… preferimos mirar para otro lado, nos angustia no ser aceptados… si no calzas en un estereotipo… estás fuera, si expresas lo que piensas… eres mal visto y amenazado de paso, si pides justicia… eres alborotador, si exiges derechos… te conviertes en problemático, estas y otras razones empujan a la mayoría a cerrar los ojos y caminar sin mirar…
¿Ser sincero está mal?… No puedo estar de acuerdo con la manera de hacer política, cegarme ante las injusticias que se cometen, no adoptaré jamás ese mal llamado espíritu de cuerpo, no apañaré la deshonestidad…
Aprendí a ser leal con mis principios, leal con lo que siento… solo pido una oportunidad, como millones de ecuatorianos que cada amanecer miran el cielo con esperanza, ¡no está mal ser diferente!, pero mientras la sociedad siga indiferente… nada podremos cambiar, seguirán repartiéndose el país, los cargos, los puestos, seguirán las injusticias… un delincuente dirá que le duele, que le pica… y cambiará casa por cárcel, o tomará la celda como cuarto de hotel de lujo, con comida, cable, internet y botanas… seguirán desviando los medicamentos para los elegidos, continuarán desapareciendo seres y apagando voces…
No quiero para mis hijos un país en el que para llegar hay que usar, abusar, dañar y humillar… quiero libertad, justicia, equidad, que sea el esfuerzo el que los haga triunfar no el padrino, ni la plata, un lugar en el que se valore al ser humano y se le respeten los derechos.