Campanero de Belén

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

Los narcos no son narcos. Se hacen pasar por empresarios, otros se disfrazan de políticos, de artistas, futbolistas, periodistas y hasta policías. Los hijos del narco son perseguidos políticos, jamás prófugos. Nunca tienen relación entre ellos, se conocen y se desconocen entre sí con una facilidad que sólo puede alertarnos de su declive cognitivo. Se tratan de ñaños por pura cortesía, se cruzan armas, dinero y sentencias por arte de magia y tienen en común que nos creen tontos. 

¿Se acuerdan de la narcovalija? Pura coincidencia. Las fotos con Norero, el escándalo de los ‘tetones’, las innumerables conexiones entre las candidatas de un narcopartido que ha preferido ubicar a sus muñecas de la mafia, denigrando el papel de la mujer en política como simple alfil tuneado cuyo mérito no es el liderazgo sino la obediencia. Monjas no castas. Más infelices coincidencias, no vayan a malpensar…

¿En qué cabeza cabe que un líder como alias RC y su séquito hayan considerado beneficioso para el país oponerse a la extradición de los delincuentes juzgados por narcotráfico y hacer campaña sin ninguna vergüenza por ello? ¿Qué intereses estaban y están defendiendo? ¿Acaso no resulta obvio o es que estoy atragantado de odio? Tal vez los legisladores invirtieron las leyes de la lógica y no me actualicé.

En esta realidad paralela, metastásica, el dizque político, expatrón de manos llenas y corazón ardiente, se le ocurre con su indiscutible clarividencia ALERTAR de posibles allanamientos y acciones de la justicia por puro despiste. ¿A quién beneficia? ¿Para quién trabaja este señor que se ha delatado y rebajado de caudillo bananero a campanero asalariado, “ilustre recadero” como diría el susodicho, pero de quién y para qué? 

A diferencia de ellos, querido lector, yo no creo que usted sea imbécil. Saque sus propias conclusiones.