Arma o amar

Iván Paredes

Autorizar el llevar consigo un arma a civiles, es la demostración de una sociedad sumergida en el caos, el desconcierto, impuesto (v.t. imponer) por quienes no tuvieron la capacidad y raciocinio para encontrar un mejor camino que no sea la violencia, el asesinato, porque, les quedo muy grande el liderazgo y la garantía de la seguridad, principio constitucional que el Estado tiene la obligación de adjudicar a sus ciudadanos. Recordemos quienes van a ser los encargados de resolver si fue en legítima defensa el uso de un arma.

Existen mecanismos más idóneos antes de armar a la población, como por ejemplo, generar fuentes de trabajo, educar con conciencia social y principios sólidos de moral y cívica, es decir, infundir el amor y respeto al prójimo, cualidad fundamental del ser humano que toda religión lo pregona, pero que se desvanece en la esfera política por la falta de compromiso y responsabilidad al momento de generar normativas jurídicas. Contrarrestar la violencia con más violencia, es desconocer el camino hacia la paz, la armonía entre iguales, la tranquilidad y buen trato como actores sociales; es decir, salimos del fin existencial para ingresar a la barbarie e insensatez, recordando que procedemos de una cultura pacífica y sosegada que ha priorizado valores connaturales a pesar de haber sido invadidos en dos ocasiones, como lo señala su historia.

A dónde nos están conduciendo ¿a armarnos o amarnos? Esa es la cuestión, porque una sociedad que resuelve sus conflictos con muertes y asesinatos está demostrando la falta de valores e ideales para resolver sus conflictos y, no estamos socapando a la delincuencia que debe ser extinguida, pero con más violencia no se podrá lograr. El gran pacifista, Mahatma Gandhi señaló “No hay camino para la paz, la paz es el camino”; es tiempo de amarse los unos a los otros, no de armarnos, porque lo obtenido con violencia se mantiene con violencia (Martin Luther King).