Adictos a tener la razón

Es tiempo de ver atrás
Es tiempo de ver atrás

Pablo D. Punín Tandazo

¿Nos importa más conocer la verdad o que nos den la razón? Los últimos acontecimientos y el constante confrontamiento en el que vivimos, han hecho que esta pregunta, que comparto con ustedes, ronde en mi cabeza.

Parece que tener la razón se ha convertido en uno de los premios más deseados, sin importar el costo. El ego y la arrogancia se erigen como quimeras que no admiten el error, sin darnos cuenta que el error no es estar equivocados, sino creernos dueños de verdades que se construyen de forma distinta en cada persona.

Lo que para nosotros es indiscutiblemente cierto, puede ser absolutamente falso para alguien más, y mientras mayor sea la fuerza con la que nos aferramos a nuestras ideas como verdades absolutas, menos capaces seremos de llegar a la razón. Confrontar sin dialogar y afirmar sin antes dudar, se traduce en cerrar de golpe la puerta a la verdad.

 No es más fuerte quien impone ni más débil quien cede, sino al contrario. El primero es vencido por sus dogmas y el segundo tiene el valor suficiente para cuestionarse. La empatía suele llegar hasta donde se encuentra con nuestros prejuicios, y sin ella, la razón es más una ilusión que una realidad. Debemos resistir a ser esclavos de nuestros pensamientos y esforzarnos por encauzar su camino. Un camino que no siempre llegará a donde esperamos, sino a donde debe ser.

Cuestionarnos nos libera de la tentación de juzgar apresuradamente, al igual que también lo hace recordar que, si bien tener la razón puede parecer incomparable, forzar a que se ajuste a nuestra posición implica perderla de inicio. Mientras más logremos controlar nuestra adicción a tenerla, más nos acercaremos a ella.

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