¿Y después del ‘Boom’ qué?

Lorena Ballesteros

La semana pasada publiqué una columna explicando ciertos detalles sobre el ‘Boom’ Latinoamericano. Con ese texto arranqué para contextualizar la historia de la literatura contemporánea de nuestro continente, que, sin duda, se asentó en los años cincuenta y luego ha continuado por caminos similares o quizás más exitosos.

En la década de los setenta, una vez superado el ‘Boom’, comenzó otra etapa, una que sacó poco a poco a las mujeres escritoras del olvidadero. Como bien lo mencioné en mi texto anterior, la mexicana Elena Garro, una de las plumas más brillantes; y de la misma camada que García Márquez y Vargas Llosa, tuvo poca trascendencia durante el ‘Boom’ por su condición de mujer. Asimismo, Rosario Castellanos, Elena Poniatowska y Clarice Lispector no formaron parte del canon patriarcal. En la academia se estudiaba a los protagonistas del ‘Boom’ sin siquiera mencionarlas. Eso evidencia que la segunda mitad del siglo XX todavía fue una época difícil para el feminismo latinoamericano.

Se creía que las magnas obras solo podían ser escritas por hombres. A la mujer no se la consideraba escritora, únicamente lectora. Y si escribía, se la encajaba en el subgénero narrativo del romance, algo así como la telenovela. ¡Lamentable realidad!

Sin embargo, a partir de los años ochenta y principios de los noventa, las mujeres hicieron una entrada triunfal y definitiva en la literatura contemporánea. Autoras como Isabel Allende, Laura Esquivel, Luisa Valenzuela, Ángeles Mastretta, Rosario Ferré, entre otras; desencajaron a la mujer de los clásicos moldes sociales: monja, puta o madre. De hecho, Isabel Allende demostró que sus personajes femeninos podían ser santas, putas, madres, aventureras, activistas, profesionales y heroicas. Si no, basta con leer ‘La casa de los espíritus’ o ‘El plan infinito’ y comprobarlo.

Laura Esquivel consiguió que, desde la cocina y a base de recetas culinarias, se parodie el rol de la mujer en una sociedad sexista. ¡Muy ingeniosa! Y qué les cuento sobre Luisa Valenzuela, que construyó la trama de una prostituta que para dejar la mala vida se pone a trabajar como ayudante de un mago, que al final la mata. Cruda y cruel radiografía del femicidio.

Incluso, desde que las mujeres escriben y publican más, los hombres también se han interesado por otros temas. La narrativa femenina ha abierto un nuevo mercado lector y ha tendido puentes entre ambos géneros. Su literatura ha dado voz al que sufre, al marginado, al olvidado… La nueva narrativa surge y se consagra desde las entrañas de la violencia, desde un panorama crudo, pero que no pierde la fe en la humanidad. Al contrario, se eleva como un llamado de atención para sacudirnos e invitarnos a recapacitar. Es una literatura ficcional que refleja nuestra realidad.