Viva el Marxismo

Pablo Escandón Montenegro

Sí, soy marxista. De esos que bien pueden sentirse orgullosos de gritarlo a las cuatro esquinas del mundo, tomando una sopa de ganso, yendo por una noche a la ópera o bien disfrutando de un día en las carreras.

El marxismo más puro es el que cuatro hermanos produjeron y con el cual conquistaron al mundo con su humor. Si el joven Karl hizo lo suyo con ‘El Capital’, Groucho, Chico y Harpo siempre estuvieron a la merced del capital, para hacerse de él y tener una vida digna de un pícaro en la gran metrópoli.

Hoy es natalicio de Chico, el del sombrero de fieltro en forma de cono que reposa sobre esa mullida cabellera de rizos negros; el que siempre tiene un negocio para embaucar, el que lidia directamente con Harpo; el antagonista de Groucho.

Ser del marxismo de Chico no es igual que ser grouchiano o harpiano; ni qué decir del ala de Zeppo, casi inexistente, pero con influencia en el movimiento. Quizá sea de establecer tipologías marxistas, pero para qué, pues esta corriente de vida y modificación de la sociedad es una sola: cáustica, divertida, mordaz.

Chico era un pianista virtuoso, y en las películas de los Marx siempre había música, baile y canto. Estamos situados en los años treinta del siglo pasado —bueno, la verdad, entre los 20 y los 40— que se desarrolló la carrera cinematográfica de los marxistas que cambiaron a Hollywood.

El personaje de Leonard, que es como se llamaba Chico, era el de un avispado, un vivo, de un adelantado pícaro que siempre estaba atento a cualquier descuido de la gente, para poder medrar, pero con altura, sin necesidad de usar la violencia. Era de esos pillos inteligentes que cuando se nos cruzan por la calle, reconocemos su astucia y hasta le aplaudimos.

Es así como Chico interpreta a Emmanuel Ravelli, el asistente de W.T. Flywheel, un abogado de poca monta, que busca incautos para defender o bien para solo cobrarles. Este es el motivo por el cual en 1932 la compañía radiofónica norteamericana NBC emitió veintiséis episodios con Chico y Groucho, como el abogado.

La radio era en ese entonces el medio masivo que más influía en el mundo del entretenimiento, luego del teatro o las revistas de Broadway. Chico siempre se destacó como ese personaje al que no le queda más que asociarse a Groucho, pues la inteligencia del bigotudo le era necesaria, ya que por sí solo le iba mal.

La asociatividad marxista es esencial para comprender el progreso de las situaciones cómicas, tanto en películas, libros y radio, pues la individualidad de los caracteres marxistas se hacía uno solo en cada disparatada escena, como la del camarote o la del cuarto de hotel en ‘Una noche en la ópera’.

El marxismo vive y no morirá nunca, pues el humor más puro es el que se ríe con nosotros y no de nosotros.