Un tropiezo no es caída

Pablo Granja

 La gente se ha pronunciado en las urnas y los resultados son los que son. La alegría de unos es la tristeza de otros. La mía por ejemplo, que luego de trabajar con fe en una causa se desvaneció con el conteo de las urnas. Pero el pesar no tiene ninguna relación con el arrepentimiento, porque guardo la convicción de que perseguía un fin correcto. Siempre queda la sensación de que algo más faltó por hacer. Sí, con el pasar de los días probablemente descubra una respuesta.

Por el momento, tengo la satisfacción de que al haberme unido a un esfuerzo eleccionario, tuve la oportunidad de conocer nuevas personas llenas de conocimiento y entusiasmo. Con otras se afianzaron los lazos de identidad al compartir los mismos fines. Gracias a todos por las lecciones gratuitamente compartidas.

Pero gracias por sobre todo a un ecuatoriano singular. El Dr. Andrés Páez Benalcázar lideró una corriente de ciudadanos convencidos de que era posible devolver la dignidad a la gestión municipal, tan maltratada desde hace años porque antiguos alcaldes creyeron que debían servir para engordar a sus afines; porque pensaron que retaceando la ciudad podían administrarla en armonía; porque se convencieron de que los fondos municipales podían festinarse al ritmo de la tecnocumbia. No, Andrés tenía pretensiones de poner orden en el caos, respetando la ley y los derechos adquiridos, pero racionalizando la gestión con ecuanimidad y talento.

Tuve varias oportunidades de escuchar sus preocupaciones sobre los desposeídos, los marginales que viven en sectores “que ustedes nunca se imaginarían que existen y a los que hay que atender de manera prioritaria”, le oí decir en varias ocasiones, demostrando que su sensibilidad social es real y no solo de tarima y de micrófono. Muchas veces me hizo pensar en el engaño populista que es repetido de distintas maneras pero con el mismo sentido; desde Pablo Iglesias en España, pasando por López Obrador, hasta Petro y otros, todos esos iluminados que sostienen casi literalmente que necesitan de los pobres porque ellos son los que los votan, por eso crean esa dependencia ofreciéndoles migajas y una mentirosa redención que deliberadamente no la ejecutan. No, Andrés no es así. ¡Él lo siente de verdad!

Fue el único candidato que tuvo la entereza de enfrentar en las calles a quienes venían a destruir el Patrimonio de la Humanidad, y el otro también importante: el Patrimonio de la Identidad Cultural, que Andrés ofreció restaurarla con el mismo ardor cívico y patriótico que tuvieron sus ilustres antepasados.

No tengo la menor duda de que pronto, muy pronto, estará nuevamente liderando las causas más nobles y justas, con más experiencia y mayor reconocimiento de quienes son capaces de traicionar los valores por anteponer sus vanidades y apetitos. Lo hará, tiene que hacerlo, para volver a liderar en las calles – no en las redes sociales – con esa entereza demostrada ante las infamias forjadas en campaña, a las que respondió con caballerosidad y altura.

Tiene que hacerlo porque, ya lo dijo Bertolt Brecht: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son imprescindibles”.

Andrés, ¡eres imprescindible para la defensa de la democracia! ¡Un tropiezo no es caída!

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