Un mal presidente

Salvatore Foti

Desde que asumió la Presidencia de la República en el 2021, fueron muchos los que creyeron que por fin Ecuador tenía a un gran mandatario capaz de levantar al país de la profunda crisis en la que lo habían dejado el COVID-19 y Lenín Moreno. Hasta hubo quienes hablaron de ‘un mejor país’ y de un majestuoso ‘efecto Lasso’, quien en solamente 100 minutos iba a arreglar los problemas de la nación.

Sin embargo, 100 minutos fueron lo que duraron la confianza y la esperanza de la población hacia el presidente, quien después de lograr vacunarnos para evitar el contagio del COVID dejó de interesarse por el Ecuador y los ecuatorianos.

El mandatario se entregó a políticos y a grupos de poder que se aprovecharon de su inexperiencia y falta de criterio para saquear y humillar al país cada día más. Mientras que a la población nos hablaban de la buena salud económica que estábamos viviendo, en los hospitales faltaban medicinas; no podíamos sacar cédulas ni pasaportes; no hay trabajo y los ecuatorianos huyen del país volviéndose entre los grupos más numerosos de los que se atreven a cruzar  por el Darién.

Pero todo esto no le ha quitado el sueño al mandatario, quien a lo mejor sigue creyendo que hasta el ecuatoriano más modesto tiene “un terrenito, una finca, una casa o un barco pesquero”. Sobre la seguridad el presidente ha sido otro ejemplo de improvisación e indolencia puesto que también a los 100 minutos, le bajaron el radar de Montecristi y sigue sin poder proporcionar recursos a las fuerzas del orden. Hoy Ecuador está en las manos de organizaciones terroristas que controlan el territorio, las cárceles y las instituciones del país. 

Nuestro presidente no puede y no sabe cómo solucionar ningún problema pero prefiere evadir las responsabilidades acusando a la Asamblea de obstaculizarle cuando hoy en día sin ella tampoco puede gobernar.

La derrota del presidente lastimosamente coincide con el estado fallido del país y su renuncia, tal vez, hubiese sido una de las pocas acciones loables de su mandato, pero prefiere alargarnos la agonía hasta diciembre. Ahora solo nos toca esperar que el próximo o la próxima mandataria lleguen con la capacidad y la visión necesarias como para sacarnos del infierno en el cual nos dejó un mal presidente.