Un camino cuesta arriba y minado

Alejandro Querejeta Barceló

La noticia de que la mayoría de ecuatorianos (73,98%) aprueba la aplicación de la constitucional ‘muerte cruzada’ refleja su descontento creciente con el desempeño de los poderes Legislativo y Ejecutivo. Los intentos de destitución del presidente Guillermo Lasso fraguados en la Asamblea Nacional tienen mucho que ver con todo ello. Y marcan el paso a la espera de más sorpresas y decepciones.

Hay polarización, incluso en las filas de aquellos que urdieron una conspiración golpista tras otra. Los frentes de conflicto y arbitrariedad se multiplican entre ‘quien está de mi lado y quien del otro’. Un ‘nosotros’ y ‘ellos’ irreconciliables que ha marcado la difícil gobernanza del presidente Lasso en estos dos años. Los logros enumerados (y cifrados) en su Informe palidecen ante la perversa inestabilidad política y la violencia social que asfixia al país en toda su geografía.

Iremos a las urnas el próximo 20 de agosto, de manera que las postulaciones, además de precipitadas, permitirán que ‘se cuelen’ muchos de los que se quedaron fuera del poder con la ‘muerte cruzada’. Saben que pueden ganar votos al explotar ansiedades por el cambio social. Es probable entonces que la gobernabilidad siga, en el imaginario popular, como otra utopía. Nos faltara tiempo para sacar las manzanas podridas del cesto común de nuestra práctica política.

Por un lado, la aceptación a la gestión presidencial, según varias encuestas, no llega al 20%. Por otro, no es un secreto la debilidad del movimiento político que llevó a Lasso al Palacio de Carondelet. El ‘divide y vencerás’ es viejo y, por lo visto en estos últimos tiempos, sigue siendo eficaz. Por tanto, para él afrontar otra candidatura sería transitar por un camino cuesta arriba y minado.

Como dice nuestra historia en los últimos veinte años, en el plano político el populismo (de derecha o izquierda) siempre inclina la cancha a su favor y se apodera de las instituciones del Estado para perpetuarse en el poder. Y en el plano social, incita a la guerra entre ricos y pobres y lucra con el resentimiento y el odio. El populismo no es un ave de paso en Ecuador, sino un protagonista, aunque cambie de disfraz.

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