Sospecha y credibilidad

Alejandro Querejeta Barceló

El rumor tiene en el Diccionario de la RAE como primero de sus significados, “voz que corre entre el público”. Y de rumorar: “correr un rumor entre las gentes”. Rumor tiene como sinónimos a “especie, dicho, runrún, habladuría, chisme”.

Antaño, en Ecuador los rumores respecto a la firmeza del sistema bancario llevaron al país al borde del colapso. En torno al poder, de rumores, habladurías y chismes hemos vivido en todos estos años. A veces alcanzan categoría de noticia, pero cuando una noticia auténtica se confunde con un rumor, las consecuencias pudieran ser trágicas.

Alex Grijelmo en su libro ‘El estilo del periodista’ usa una frase muy socorrida entre los tratadistas del periodismo, que reza: “Los rumores no son noticia”. Pero aún hay quien sostiene que “el rumor es la antesala de la noticia”.

Un cuidado mayor debe tenerse cuando en lugar de personas o entidades se trata de un país o de un Estado.  Grijelmo recuerda que, a veces, los rumores forman parte del juego político. Se difunden como arma arrojadiza para desacreditar a un adversario. Paradójicamente en nuestro medio los rumores pueden ser el ‘dato disparador’ de una investigación periodística seria.

No aparecen por arte de magia; florecen en la cotidianidad, en las filtraciones, las publicaciones públicas o privadas, las llamadas anónimas, las confidencias, la observación, en las redes. En un medio de comunicación honesto deben investigarse a fondo. El rumor puede ser desencadenante de todo un proceso. Investigado y verificado, contrastado con informaciones proporcionadas por varias fuentes, puede dar lugar a una noticia.

¿Acaso no hay una desconfianza manifiesta respecto a mucho de lo que se difunde a diario? Con rumores, bolas o runrunes se siembra desconfianza y suspicacia, sospecha en cuanto a todo lo que se dirá después. Y la sospecha conspira contra la credibilidad, sin la cual nuestra profesión no tiene sentido.

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