Las ‘joyas de la corona’ de la gobernanza criminal

Sofía Cordero Ponce

La carrera político-delictiva de Carlos Pólit comenzó al ser nombrado contralor en 2007, aunque podríamos suponer que se preparó antes, durante su experiencia como secretario general de la administración en el Gobierno de Lucio Gutiérrez. Una vez en el poder, el flamante presidente Rafael Correa, le dio la bienvenida para 10 años de gestión.

En 2015, la relación entre la cúpula de Alianza PAIS y el contralor ya se había afianzado. Correa se refería a él como un hombre “simpatiquísmo” al que todo el mundo quería y aplaudía a pesar de su firmeza para “clavar glosas”. En 2017, el poder del contralor se mostró de cuerpo entero, cuando una jueza declaró culpables de calumnia a los nueve integrantes de la Comisión Anticorrupción, quienes en 2016 lo denunciaron por sobreprecios en la compra del terreno para la refinería del Pacífico. La sentencia nunca se ejecutó, pues el abogado del contralor desistió de la querella. Simón Espinosa, Isabel Robalino, Julio César Trujillo, entre otros, sufrieron en carne propia lo bajo y despreciable de la política que nos gobernaba. Tiempo después Fernando Villavicencio confirmó que “la Contraloría se volvió la lavandería de los pecados de los delincuentes de cuello blanco”, “la escuela del desvanecimiento de glosas”, “la industria del soborno”.

La sentencia que se le asigne al excontralor en Estados Unidos no bastará para reponer los daños que, junto a la banda delincuencial que gobernó, le hicieron al país. Quedan dos tareas pendientes, la primera respecto a las investigaciones que puedan desprenderse del juicio en Miami y que involucran a otros exfuncionarios del correísmo. La segunda, respecto a la necesidad de sacar a la luz todo lo que está detrás del desvanecimiento de glosas durante esos diez años de gobierno. Hoy sabemos que el excontralor solo fue una de las “joyas de la corona” de un sistema complejo y eficiente que el correísmo diseñó para jugar con sus propias reglas, las de la gobernanza criminal.