La región no quiere hablar

Sofía Cordero Ponce

El martes 9 y el miércoles 10 de abril se dieron dos sesiones extraordinarias convocadas por la OEA para tratar el conflicto entre México y Ecuador. Quedó claro, luego de escuchar las posiciones de los Estados miembro, que la región no está lista para debatir el tema de fondo: las implicaciones del crimen organizado y la narcopolítica para las relaciones internacionales y la diplomacia en la región.

Como conclusión de la primera sesión, Luis Almagro, secretario general de ese organismo, afirmó que es inadmisible que quede como precedente lo ocurrido en Quito y que “debemos exigir que se retome la senda de la legalidad internacional en el pleno respeto a las normas que le son fundamentales y se restituya la situación a su estado anterior”. Colombia al día siguiente, se sumó al pedido de restituir el estatus de asilo al exvicepresidente. Sin embargo, en la resolución final no consta esta decisión, quizás porque abriría un complejo debate sobre los límites de la ley internacional respecto a la justicia ordinaria del Ecuador.

En la reunión del miércoles se hizo evidente algo más grave aún, cuando el vocero de Bolivia dijo que el Ecuador justifica la entrada en la Embajada de México con la lucha contra el crimen organizado pero que “el exvicepresidente no estaba ni está acusado, ni procesado, ni sentenciado por ninguna situación vinculada con la seguridad interna del Ecuador, narcotráfico u organizaciones criminales armadas o subversivas”.

Las intervenciones desafortunadas continuaron cuando el vocero de Chile hizo referencia a Harald Edelstam, diplomático sueco que salvó la vida de cientos de personas inocentes durante la Segunda Guerra Mundial, y que durante la dictadura de Augusto Pinochet recurrió a su inmunidad diplomática para hacer lo mismo. Almagro en su discurso del día anterior hizo referencia a Elena Quinteros, la maestra y militante anarquista uruguaya que en 1976 fue arrancada por la fuerza de la Embajada de Venezuela y luego desaparecida por la dictadura.

Las comparaciones entre Glas y víctimas de la segunda guerra o de las dictaduras del Cono Sur nos muestran la urgencia de que Ecuador lidere el debate sobre los desafíos que enfrenta la diplomacia en el contexto de la narcopolítica que ataca y amenaza la democracia en la región.