El malestar del Estado de bienestar

Sara Salazar

Hace algunos años, cuántas veces no oímos las famosas promesas de protección y asistencia que el Estado de bienestar nos iba a traer. Detrás de estas promesas de prosperidad, de progreso para todos, ahora después de varios años, el Estado de bienestar parece que sigue siendo o siempre fue una utopía para los ecuatorianos.

El Estado de bienestar en esencia consistía en crear un escenario ideal donde el gobierno paternalista provee de manera generosa a sus ciudadanos todo lo necesario para una vida plena. Pero la realidad en Ecuador desafío totalmente esta utopía, develando así las abismales fisuras del Estado de bienestar.

El Estado de bienestar se convirtió en burocracia estatal ineficiente que ahogó la prosperidad. El Estado de bienestar terminó perpetuando la desigualdad, la injusticia, la distribución desigual de recursos, conduciendo a una brecha cada vez mayor entre los que reciben los beneficios vs. los que los financian. Esto no solo alimentó el resentimiento y la división dentro de la sociedad, sino que también socavó los cimientos mismos de la solidaridad. El intervencionismo estatal cercenó la iniciativa y la innovación, obstaculizó la libertad económica que es la esencia de la libertad individual y del bienestar.

El intervencionismo excesivo del Estado creó, o siempre crea o engendra, monstruos, ya sean estas en forma de restricciones o regulaciones que ahogan la libertad, el espíritu de competencia y la economía. Los emprendedores siempre son los que más sufren con el sinnúmero de permisos, trámites, y sin mencionar el sistema tributario que asfixia cualquier intento de progreso económico.

Entonces, la realidad es que el Estado de bienestar siempre fue y es un fraude peligroso. Que se convirtió en una carga y un obstáculo para el desarrollo y la economía de los ecuatorianos. Las políticas paternalistas siempre han creado pobreza, dependencia económica y desincentivan totalmente el esfuerzo individual, creando un ciclo de estancamiento y mediocridad en sus ciudadanos.

El Estado de bienestar demostró ser insostenible desde el punto de vista económico. El excesivo gasto público y la carga fiscal resultante amenazan con agotar los recursos disponibles y socavar el crecimiento económico a largo plazo. Este modelo, lejos de garantizar la prosperidad para todos, corre el riesgo de hipotecar el futuro de las siguientes generaciones.

Es crucial desmantelar estas estructuras obsoletas del Estado de bienestar y liberar al mercado de estas fuerzas. La verdadera prosperidad no se logra con la tutela del Estado, sino del libre intercambio, la innovación y la creatividad de todos los ecuatorianos.

La desregulación económica es un camino que debemos recorrer si realmente queremos un Ecuador libre y próspero.