Reino de huracán

Franklin Barriga López

La cultura maya tiene en el Popol Vuh o Libro del Consejo el referente de su identidad, en el que se recogió lo más representativo de esa cosmovisión proveniente de lejanas raíces, configurada por versiones históricas, espirituales, religiosas, éticas, que han llevado a que se le catalogue  como sagrado.

En esta obra, que parte desde los primeros orígenes, se presenta variedad de dioses que no faltan en el imaginario  indígena, en donde la naturaleza ejerció poder dominante y sobrehumano, por ello sus fenómenos –hoy fácilmente explicables- tuvieron  hasta reverencia, debido al temor que infundían en la mentalidad de los que vivieron en aquellos épocas, tal el caso de las tormentas.

En ese mundo reinó Huracán, deidad terrible que ocasionaba ciclones devastadores, como los que hasta hoy se producen en el Caribe, con vientos que superan los ciento veinte kilómetros por hora, lluvias copiosas e inundaciones, en la conocida temporada que se extiende desde el 1 de junio al 30 de noviembre de todos los años.

De acuerdo al mismo Popol Vuh, cuando aparecía Huracán para castigar de la manera anotada por sus faltas a los seres humanos, se manifestaba acompañado de otros dioses menores y nada complacientes que contribuían a la zozobra de esos pueblos de la antigüedad mesoamericana: el rayo con sus truenos previos y el relámpago, fugaz y luminoso, que hendía el espacio como si se tratara de un látigo de largas dimensiones.

El reino de Huracán, generador de permanentes desaciertos, intranquilidades, incertidumbres, con dioses infernales, parece en la actualidad haberse personificado en el campo de la política latinoamericana y caribeña, donde las  tormentas sociales, tan agudas, desastrosas, imparables, hacen que se reclame el advenimiento de territorios donde en realidad imperen la concordia, el trabajo,  el sentido de adelanto, la libertad y la democracia.