Quemar el año viejo

Paco Moncayo Gallegos

El año 2022 termina y los ecuatorianos nos preparamos para asistir al ritual de su incineración. Se trata de una práctica cultural ancestral  de profundo significado en lo personal, familiar, social y político; una mirada retrospectiva a 365 días de la incierta y siempre corta experiencia vital de los seres humanos, para evaluar el logro de los objetivos trazados, en lo personal y familiar;  lamentar acontecimientos que afectan al conjunto de la sociedad como el ataque inclemente de la pandemia, la incesante e incontrolable acción del crimen organizado,  los avatares de la pobreza o la falta y precariedad del empleo; y festejar,  por supuesto,  las hazañas de nuestros héroes deportivos.

Llegado el momento de los buenos propósitos, agradecemos a Dios por los logros personales y familiares, nos comprometemos a enmendar errores, a modificar hábitos dañinos, y nos planteamos nuevos objetivos. En lo social, rogamos a Dios y nos encomendamos a los santos de nuestra devoción para que terminen las calamidades que afectan a la humanidad en general y, en particular a los ecuatorianos y nos llenamos de esperanza en cuanto al desempeño triunfal de nuestros deportistas.

Hasta ahí llegan nuestras evaluaciones sensatas y buenos propósitos, porque al momento de quemar los monigotes, muchos de ellos replicas burlescas de los políticos y la política, preferimos desentendernos de aquello que, de manera sustancial, afecta a nuestras personas, familias y, en general, a todos los ecuatorianos. De esa actitud deriva, entre otras causas, la mala calidad de la democracia ecuatoriana; y, del quemeimportismo generalizado sobre los temas de la política deviene la ausencia de un ejercicio efectivo del ‘poder ciudadano’. Dejamos los asuntos que más afectan a nuestras vidas en manos de personas incompetentes que solamente representan sus intereses y ambiciones personales o de grupo o, en muchos casos, son simples marionetas de caudillos irresponsables, que están en funciones claves con nuestros votos.

Es de vital importancia que este fin de año nos hagamos el firme propósito de participar activamente, desde instancias ciudadanas, en la conducción del Estado y elegir bien, porque el futuro del país está en nuestro voto.