¿Qué pasa con la comunicación?

Todo extremo es malo, dice la sabiduría popular; ello se aplica a lo que está sucediendo con el régimen actual. Con el gobierno de Correa vivíamos asediados de tanta sabatina, informes a la nación, anuncios de obras, firmas de contratos, —que a diario, en cualquier momento y sin respeto, irrumpían la programación habitual de los medios de comunicación— y el presidente estaba siempre presente por estos hechos y, desde luego, por su espíritu escandaloso e histriónico; en contraste, el actual mandatario, Guillermo Lasso, peca por lo opuesto. De él no se sabe mucho. No es que ansiemos verlo cada sábado, ni repetir los fatales días del gobierno pasado, pero sí que aparezca de vez en cuando, para contarnos de viva voz cómo van sus gestiones, y así apoyarlo con conocimiento de causa, sobre todo para evitar  el desgaste que un mandatario sufre por efectos de su gestión.

Muchos dirán: “palo porque boga y palo porque no boga”, pero en realidad hoy no es así. Falta una correcta asesoría de comunicación en el gobierno que con equilibrio le permita al presidente no ausentarse de los ciudadanos sin caer en el vicio de volverse artista de televisión ni figura de los neomedios y redes sociales.

El “correato”, en el que tanta corrupción  se encontró, tuvo un aparataje comunicacional óptimo para sus fines, que le mantuvo vigente y con buenos márgenes de aceptación ciudadana, a pesar de los desaciertos y vergonzosas actuaciones en las que se inmiscuían Correa o sus allegados más cercanos.

No solamente hay que ser, sino hay que parecer, menciona una máxima popular y este pensamiento se vuelve sabiamente necesario cuando un presidente y su gobierno requieren el apoyo popular, el de los electores que lo llevaron al poder. Lo ncesita porque hay que enfrentar, entre otros males, un escollo tan nefasto como el de una asamblea aberrantemente corrupta, grotescamente politizada hacia un juego de intereses particulares y con integrantes de poca monta ética y reconocida mala fe, con poquísimas excepciones.

Hoy el régimen de Guillermo Lasso necesita profesionales de calidad en la comunicación política que sepan comunicar eficientemente a las diferentes audiencias que tiene el país y, por tanto, manejen con acierto la imagen institucional del gobierno. Así, sus decisiones se llenarán de la legitimidad necesaria que  brinda la aceptación y respaldo popular. Solamente así se logrará sostener, mejorar la reputación de esta administración y enfrentar a tanto maleante en la búsqueda de la transformación positiva de la Patria.