¿Qué mirás, bobo?

Pablo Escandón Montenegro

Los memes, las canciones remezcladas y demás apropiaciones de la cultura popular acerca de la reacción de Lionel Messi durante una declaración para la televisión al final del partido contra Países Bajos es la tendencia.

Esto ha causado revuelo y muchos contrarios a la selección gaucha tienen argumentos para decir que son malcriados, que no tienen una actitud deportiva, que se solazan ante la derrota del contrario y que son prepotentes y sobrados…

Como todo ser humano que se siente liberado de una carga indescifrable y agotadora, como es cuando se lucha por algo y resulta difícil conseguirlo, pero a final de cuentas y luego de las adversidades, se logra obtenerla, entonces te sobras, te creces, sientes satisfacción contigo mismo y tu ego se infla.

¿Y quién de nosotros no ha hecho gestos que sobajan al contrincante luego de sufrir frente a él? ¿Cuántos de nosotros no le hemos sacado la lengua al profesor de matemática, de educación física o de lógica cuando hemos obtenido la nota más alta en el examen que lo hizo con dedicatoria?

Somos seres humanos y una de las pasiones y emociones más grande es el triunfo: desde el que se da en un videojuego contra la máquina, pasando por el campeonato barrial y no se diga, un logro más global. O ante una enfermedad e incluso frente a la muerte.

Sí, es muy cierto que en esta sociedad globalizada debemos mostrar comportamientos más mesurados, pero lo políticamente correcto no debe inundar espacios en donde la emoción, la adrenalina y la revancha marcan el ambiente de un deporte que para quien no lo ha jugado es solo un espectáculo.

Cuando estás en la cancha, lo que quieres es ganar, demostrar que eres el mejor y enrostrárselo al oponente. Si no, tampoco irían las barras de hinchas y todo sería un cementerio como en el tenis.

“¿Qué mirás, bobo?” se incorpora a las sentencias populares posteriores a ser vilipendiado y agredido. Es una sentencia que lo ayuda a erguirse y sobresalir de entre las espaldas encorvadas de los agresores perdedores. Si no, tampoco deberían permitirse los festejos en cancha y ser como los tenistas, que se dan la mano y alzan sus brazos, demostrando falsa modestia y corrección, pero lo que quieren es hacer un baile de victoria frente a todos.

El fútbol es pasión y se juega como se vive, dice el cholo Simeone. Y es muy cierto, pues en la cancha demostramos cómo somos: reservados, tácticos, tramposos, egocéntricos… En fin, en una cancha se puede conocer al ser humano y saber si quiero mantener la hermandad o la disputa con uno de ellos fuera de ella.

Cuántos no nos han dicho palabras más gruesas y en espacios laborales, académicos, familiares o de encuentro ocasional. La vida nos encuentra con más bobos y debemos hacerlos a un lado.

Y si no te gustó esta columna, “hacete pa´llá”.