Pamuk y las telenovelas turcas

Pablo Escandón Montenegro

Hoy es día de alegría y de festejo en Estambul, pues el gran cronista de la ciudad está de cumpleaños. Nada más que aquel que le dedicó un libro con todas sus fotografías personales a su ciudad, y luego hizo un museo de la nostalgia, y ha contado más de una historia entre los arrabales de esta ciudad que fue cristiana y musulmana, romana y turca.

El Nobel de Literatura, en 2006, Orhan Pamuk está de fiesta hoy; cumple 71 uno de los mejores novelistas y que como muy pocos en los últimos años, se ha merecido el premio, pues sus libros no son solo grandes relatos, sino verdaderas maquetas de arquitecturas con pinceladas magistrales de un gran pintor.

Y es que Orhan estudió para ser arquitecto y además pintaba, pero un buen día en 1973 dejó todo eso y decidió que su profesión vital, es decir, que profesaría ese oficio toda la vida, era la escritura. Son cincuenta años de profesión y de numerosas novelas que cuentan del imperio, la república y la transformación de la nación turca hacia la modernidad.

Leer a Pamuk es un deleite y un goce estético, también es un reto temporal, pues este autor no construye relatos que compiten con las telenovelas turcas, con estructuras simples de melodrama globalizado y que muestran un país que bien puede ser cualquiera de Occidente. No. Pamuk nos reta a que olvidemos la dinámica del ahora y del aquí, e impone un ritmo que anula el vértigo de las plataformas mediáticas.

Las historias que cuenta Pamuk son lo opuesto de lo que vemos en los melodramas de la industria audiovisual turca, que se enlata y se ve edulcorada, para engordar la dieta de entretenimiento de las audiencias de los medios masivos. Pamuk es un autor de culto, que muy pocos leen, porque su visión de Estambul no es la del turista, tampoco la del tremendista opuesto al régimen de Erdogan, ni aun menos la de un chauvinista que recupera la figura del padre de la Turquía moderna: Ataturk.

Con las novelas de Pamuk aprendemos sobre la sociedad turca de verdad, no solo sobre nombres que luego se popularizarán en el Registro Civil, sino que las novelas y libros de este novelista son tratados de cómo los habitantes de esta región se cuestionan sobre su espacio en el mundo: al ser la puerta de Oriente y querer seguir siendo parte de Occidente.

‘Me llamo Rojo’, ‘Nieve’, ‘El libro negro’, ‘El museo de la inocencia’ y ‘Las noches de la peste’ son algunos de los títulos que deben leerse sí o sí; no solo porque son clases de historia y de cómo comprender a esa nación, sino porque en cada una de ellas, tenemos una forma de narrar que reinventa al escritor.

Y es que Pamuk no innova con sus novelas; al contrario, son estos mundos los que hacen que él no se repita en sus textos, que se expanda como el museo in situ que tiene en Estambul sobre los objetos que coleccionaba para construir los personajes de su novela ‘El museo de la inocencia’: allí radica su verdadera contemporaneidad, pues no es un autor solo de libros, sino que, como exestudiante de arquitectura y pintor, proyecta en las otras dimensiones su estética y su arte.

Las telenovelas turcas se caerán como un andamio mal unido, mientras que las novelas de Pamuk son edificios robustos, construidos para la eternidad y sin envejecimiento; eso las hace clásicas siendo contemporáneas.

Orhan’ın doğum günü kutlu olsun. (Feliz cumpleaños, Orhan)