Pagar la cuenta de la pandemia

Pasarán varias décadas antes de que sea posible juzgar con ecuanimidad la forma como la humanidad reaccionó ante el COVID-19. Por un lado, todavía hay demasiadas susceptibilidades con respecto a los principales temas en debate —los confinamientos extremos, el uso de mascarilla y la vacunación obligatorios, el fomento del miedo y de la desconfianza en nombre de la salud pública, entre otros—, lo que torna imposible una conversación honesta. Por el otro, recién estamos empezando a apreciar las principales consecuencias de la pandemia, por lo que cualquier intento de poner los hechos en la balanza resulta aún prematuro.

No obstante, en los momentos de ira y desesperación es bueno recordar que apenas estamos pagando la cuenta de la pandemia. Por ejemplo, en lo económico, la inflación que ahora comienza nos permitirá, más adelante, evaluar con mayor claridad la impresión de billones de dólares que llevó a cabo el gobierno estadounidense y el despilfarro en el que incurrieron los organismos multilaterales.

Igualmente, cualquier sacudón en el sistema financiero y monetario norteamericano repercute en su capacidad de mantener el orden mundial que ha impuesto —sostenido en control de rutas comerciales, materias primas baratas y supremacía militar—. Quizás debamos irnos acostumbrando ya a convivir con más episodios como lo que sucede ahora en Ucrania o en los puertos de China.

Tampoco podemos olvidarnos de la forma súbita y despiadada en que la pandemia le recordó a tantas personas lo innecesarias y desprotegidas que son. Quizás ello explica el creciente apetito mundial por drogas —cuyas consecuencias están pagando hasta los ecuatorianos que mueren en las calles de Durán o en las cárceles— y la crisis mundial de la salud mental —con repunte de suicidios— de la que ya se empieza a hablar.

También tendremos que lidiar con las consecuencias de la mentalidad delatora, juzgona y divisiva que se instigó en la pandemia. El miedo se tornó una virtud y, con la facilidad que ofrecía la vida por medio pantallas, se fomentó el ataque y la persecución a los supuestos enemigos.

Pagaremos la cuenta durante décadas.