Tributos

Paco Moncayo Gallegos

El Estado ha sido definido como la nación jurídica y políticamente organizada, bajo el imperio impersonal de la ley. Son sus funciones básicas: 1) asignación de bienes y servicios sociales; 2) distribución de la renta y riqueza con criterios de equidad y justicia; y, 3) estabilidad económica y social. Las tres se complementan.

En teoría el Estado actúa mediante la emisión de políticas públicas expresadas como objetivos, decisiones y acciones del gobierno para solucionar problemas prioritarios que afectan a la comunidad; sin embargo, en el mundo real, priman generalmente los intereses de los sectores mejor ubicados en la estructura social de poder, al margen del interés general. Así ha sucedido a lo largo de la historia ecuatoriana: el Estado colonial se sustentó básicamente con el tributo que debían pagar los indígenas hombres, desde los 18 hasta los 50 años; la independencia fue financiada por este mismo tributo; en Cuenca, Sucre lo abolió en 1822, pero, cobró lo adeudado a partir de 1820; después de la Batalla de Pichincha, pidió que se lo mantenga porque “la renta de tributos es la única pingüe, no hay alguna otra que la pueda reemplazar”.

El infame tributo continuó financiando al Estado en la República. En 1835 producía 200 mil pesos, frente a 197 mil de las aduanas. Cada indígena varón pagaba 3,40 pesos al año, mientras que los demás ecuatorianos solamente 40 centavos. Hace un siglo, los jóvenes militares julianos, reclamaban “un sistema progresivo de impuestos”. Las reformas tributarias posteriores, lo implantaron; pero nadie, hasta hoy, se ha atrevido a combatir los vicios de la elusión y la evasión.

En la actualidad se ha implantado un sistema tributario paralelo: la ‘vacuna’. La pagan por miedo, pobres y ricos, para obtener una precaria seguridad. Mientras tanto, los políticos, por mezquinos cálculos electorales o por favorecer a los sectores económicos a los que pertenecen, eluden la implementación de políticas públicas tributarias redistributivas que permitan superar la aguda crisis económica y de seguridad que ellos mismos aportaron a crear. Infelizmente, esa actitud criticable aplazará las urgentes soluciones que demanda la atribulada nación ecuatoriana. ¿Hasta cuándo soportaremos tanta irresponsabilidad?