¿La solución final?

Paco Moncayo Gallegos

En 1938, cuando se debatía la partición del territorio palestino entre un Estado judío y otro árabe, Ben Gurrión declaró: «cuando nos convirtamos en un poder fuerte después del establecimiento del Estado, aboliremos la partición y nos extenderemos por toda Palestina»; en misiva a su hijo le participó: «Expulsaremos a los árabes y tomaremos sus sitios… con la fuerza a nuestra disposición». Los hechos subsecuentes parecen confirmar que ese es un objetivo de Estado que el gobierno de Netanyahu se propone alcanzar. El brutal ataque terrorista de Hamas les ha ofrecido una oportunidad que parece no la van a desperdiciar.

Si bien el mundo entero reaccionó indignado en contra del ataque del fatídico 7 de octubre de 2023, por grupos armados de Hamás y la Yihad Islámica Palestina, la respuesta ha sido de tal naturaleza sobredimensionada que ha ocasionado repudio en gran parte de la humanidad. Los bombardeos de Israel han ocasionado la muerte de, al menos, 27 840 personas, entre ellos 12 150 niños y 8300 mujeres, a los que se suman más de 67 317 heridos y 7000 desaparecidos.

A Netanyahu parece no importarle. Pese a las advertencias de Washington y de las Naciones Unidas, ordenó al Ejército atacar la población de Rafah, donde se han refugiado más de un millón de palestinos, previa la evacuación de civiles. ¿A dónde los van a evacuar? El presidente egipcio Abdel Fatah al Sisi se ha negado a abrir la frontera argumentando que lo que quiere el gobierno israelí es acabar con la presencia de palestinos en Gaza, empujándolos hacia Egipto. La situación de Cisjordania es en mucho similar.

El presidente estadounidense, Joe Biden calificó, tímidamente, como «excesiva» la operación; el secretario de Estado, Antony Blinken declaró que los ataques de Hamas del 7 de octubre “no son una licencia a Israel para deshumanizar a otros”; y, el 29 de diciembre de 2023, Sudáfrica presentó una demanda ante la Corte Internacional de Justicia por genocidio. La ONU ha advertido que los bombardeos indiscriminados en zonas densamente pobladas pueden constituir un crimen de guerra y ha instado a un alto al fuego humanitario. Nada de esto parece importarle a Netanyahu, que gobierna al pueblo que ha aportado con lo mejor del pensamiento universal.