El voto racional

Pablo Escandón Montenegro

No se vuelvan locos queriendo decidir por quién votar. Tampoco lo piensen tanto, pues en las elecciones no prima la razón en la gran cantidad de electores, sino la pasión, el odio, la simpatía y la antipatía. Eso está completamente claro. Tampoco se pongan a comparar tanto entre ambos candidatos, pues si somos tan informados y lógicos, no deberíamos votar por ninguno.

La clase política responde a lo que los electores buscan de sus representantes: figuras de TikTok, influenciadores en sus esferas, tatuados con quien compartir la rutina de ejercicios, y un largo etcétera de temas intrascendentales para la política pública, pero que no lo son para los electores que no piensan su voto, sino que lo evalúan con el hígado, el corazón o el estómago, como bien lo anotan los consultores políticos de mayor éxito en Latinoamérica.

Los temas comunes de la gente y la proximidad de estos con sus electores, es lo que prima en las campañas actuales. A un reducido grupo de editorialistas, opinadores en medios y periodistas políticos les interesan los temas de configuración de la administración pública, porcentaje de gasto presupuestario e inversión y relación entre poderes; son los que leyeron a Habermas y conocen sobre la separación de los poderes del Estado, y consideran que la gente los debe seguir y leer para aprender un poco más, de ellos, porque su criterio es superior, moral e intelectualmente, que el de la gente que no escribe en esos espacios.

¿Cuánta y qué gente nos lee a nosotros, los ‘editorialistas’, los ‘columnistas’? Somos esa especie de oráculos de barrio, respetados por dos o tres amigos y un compañero de promoción, que siempre aplaude lo que escribimos, pero cuán lejos estamos de lo que realmente quiere conversar la gente.

¿Me fui por las ramas? No. Es que los pares de opinión y compañeros de espacios mediáticos, sea en medios impresos, digitales, audiovisuales, por streaming o en directo, cuestionan a quienes ejercen su derecho legítimo a votar cabreados, enamorados o seducidos, y aseguran que el voto es racional.

Esos mismos ‘líderes de opinión’ están diciendo que el debate fue aburrido, porque el candidato y la candidata no fueron emotivos, no emocionaron, no gesticularon, no convencieron… Entonces, fueron lógicos con sus respuestas, las pensaron bien o mal, pero las pensaron, no respondieron con iracundia ni se desencajaron

¿Quién entiende a estos intelectuales de coyuntura? Si queremos un debate racional, pues pongamos a los candidatos a jugar ajedrez… Pero todos quieren ver un pugilato en donde cada uno le va a su peleador. Así que es muy cierto que la votación no es racional, sino emocional. Si no fuera así, ninguno de los expresidentes habría ganado, pues muchos llegaron a Carondelet por el odio inoculado por las campañas y los políticos contra el contrincante.

A final de cuentas, nuestros intelectuales mediáticos son más viscerales que cualquier votante desinformado, solo que saben argumentar por qué odian o aman, y así encubren de racional su pasión.