¿Otro estallido en octubre?

Si se caen las mesas de diálogo entre el Gobierno y la dirigencia indígena, ¿qué nos espera? Al revés; si prospera el diálogo, ¿qué nos viene? Son dos escenarios diametrales que condicionan la convivencia pacífica, la democracia y la capacidad de vivir en pluralidad. Desde una perspectiva optimista, unos mínimos acuerdos logrados no van a transformar la realidad de un día a otro, pero sí nos exigen como sociedad y, sobre todo, a los actores en conflicto, un camino pacienzudo para ir saltando baches y pavimentado un plan país a mediano y largo plazos. En otras palabras, una lección práctica para vivir entre diferencias con inteligencia emocional y voluntad política. No es fácil, pero sí es posible.

El escenario más fatalista es que los diálogos concluyan en declaratoria de guerra, debido a una posible llamada de movilización nacional en octubre por parte de la dirigencia indígena y con estallido incluido, es decir, un nuevo escenario de incertidumbre debido a los costos emocionales de la población, el debilitamiento acelerado de la cohesión social, la fragmentación y la polarización. Además, de un gobierno sin capacidad de respuesta si eso sucediera. El contexto no es nada halagador, por cuanto estamos tocando fondo: la economía no termina de despegar, la inseguridad despunta y la política pinta los peores números desde la transición a la democracia. Ni uno de cada diez ecuatorianos cree en los políticos.

El clima no es favorable para el diálogo, pues estamos en el ojo del huracán: elecciones seccionales, donde el mejor negocio para la oposición es atacar más al Gobierno, mientras que, por el otro lado, hay una carta jugada y —¡quién sabe!— la última del presidente con la consulta popular. Los dos eventos corren en simultáneo, sin que haya puentes que trasciendan la coyuntura. En esta fotografía, la ciudadanía exige, porque necesita de manera impostergable, una tercera vía, en otras palabras, acuerdos nacionales en lo más urgente para ir resolviendo en el camino lo estructural: combatir la inseguridad, generar empleo y atención en salud. Apostemos por el diálogo y acuerdos más allá de los 90 días.