Nueva construcción para la Paz

El objetivo del ser humano en cualquier latitud del mundo es vivir con dignidad; esto significa, con la satisfacción decorosa de las necesidades básicas. Para ello es importante mantener un trabajo que le permita acceder a la compra y pago de artículos y servicios que le puedan proporcionar una vida sin privarse de alimentarse bien, de tener un techo, de cuidar su salud y hasta de darse espacios de construcción sensible; en pocas palabras, una existencia equilibradamente honrosa, en la que no están los lujos como determinantes de ese logro.

Ciertamente vale preguntarse cuáles deben ser las metas de una persona en su vida y, con seguridad habrá que responder que la más importante es alcanzar la felicidad, y esto supone esa existencia pacífica que no pretende cuestiones inmensas, pero que sí evita por cualquier medio la desgracia en todas su formas.

Lamentablemente la humanidad no ha podido construir un mundo provechoso y equitativo para todos porque en su naturaleza está la codicia y el egoísmo que nos han llevado a delimitar el mundo en países, provincias, municipios, parroquias y fragmentar en miles de millones de pedacitos la tierra, dándoles una propiedad particular a cada trozo.

Teorías políticas, ideologías ubicadas en la derecha, en el centro y la izquierda, pensamientos filosóficos, doctrinas de variada índole, pensadores por una vida mejor, han intentado una construcción armoniosa y justa de la sociedad humana; pero el problema de la humanidad está en la perversa condición de nuestros congéneres, fundamentalmente los políticos, quienes a nombre de ideologías han manipulado, se han llenado la boca por siglos de máximas, la palabra “pueblo” ha sido su favorita, y a la hora de la hora, solamente se han aprovechado de su condición y se han llenado los bolsillos con dineros ajenos que les han permitido ostentar vidas suntuosas, en las que las opulencias han sido su constante.

No solamente los políticos han actuado así. También los ciudadanos comunes en sus diarios acontecimientos no han presentado valores para coexistir y se han construido sociedades llenas de picardía y deshonestidad.

Hoy imploramos la paz del mundo, pero nuestra educación ha estado vinculada a la violencia, a la competencia como razón de ser del éxito, a superar de cualquier manera a los demás, a ser los primeros y ahí han surgido los arribismos, que no piensan en el dolor ajeno, sino en el placer personal, como consecución del triunfo.

La historia nos cuenta las matanzas entre seres humanos y nos hemos encargado de hacer monumentos, de llamar “héroes” a sanguinarios personajes cuyas vidas han sido exaltadas, por su “gran valor” de conquista, por su ferocidad para asesinar en la guerra.

Mientras el ser humano no construya su vida desde el respeto, no desde las competencias y se obnubile por las riquezas, nunca tendrá paz y la tierra seguirá siendo un caos.