Novela y dos maestros

Manuel Castro M.

Algunas veces nos preguntamos por qué en literatura en el Ecuador no destacamos internacionalmente, sobre todo en la novela, a pesar de tener excelentes escritores como Adoum, de la Cuadra, Ubidia, Vásconez, etc. Podemos olvidar la primera novela publicada en 1863 ‘La Emancipada’, de M. Riofrío,   primer grito novelesco —aunque muy débil—.

Hemingway, en 1934, sin tapujos le escribe una crítica carta a Scott Fitzgerald, autor de grandes novelas,  hasta llevadas al cine, comentando sobre su novela: “Olvida tu tragedia personal al momento de escribir, pues no hay que convertir a los personajes en otra gente, y eso no se puede hacer. No se puede lograr que uno sea otro; no inventar lo que en la realidad no podría pasar.”

Le recuerda que el novelista no es un libre pensador o creador: “No hay que tomarse libertades con el pasado de la gente y con su futuro; el resultado: personas que no son gente, sino ejemplos maravillosamente falsos”.

Le exige: “Escribe, escribe de verdad, que no importe a quien puedas hacer daño; no hagas esas renuncias tontas”. Añadiría yo: no escribas tampoco para alabar, pues pocos te leerán. Hay que contar la verdad, no hay que hacer trampas, pues eso ya parece polítiquería.

No ‘retocar los antecedentes de la gente’. Truman Capote lo completó: “Un novelista precisa un detector de mierda”. Hemingway le demanda a Fitzgerald: “No respondas a tus propias preguntas, pues eso no hace falta”. Severo: “Ver, escuchar. Ver bien, pero has dejado de escuchar”.

Sobre los críticos: “No te preocupes lo que dirán los chicos, ni si lo que escribes será una obra maestra. Yo escribo una página de obra maestra por nueve de porquerías. Intento tirar a la papelera esas porquerías. No se sienta uno deliberadamente a escribir una obra maestra”. “Solo necesitas escribir la verdad y no preocuparte por el destino que le corresponda a tu obra”.

Ojalá mediten sobre los aciertos o no de Hemingway nuestros futuros novelistas. De todas formas es una carta memorable de ‘una cima’ literaria (‘El Viejo y el Mar’) a otra ‘cima’(‘A este lado del paraíso’) . Desde luego no hay que cerrar a la imaginación.