No todo es cuestión de género

Lorena Ballesteros

 Quienes me conocen personalmente, o quienes leen asiduamente esta columna saben que profeso el feminismo. Lo hago con convicción. Creo en ese movimiento político, social y filosófico que se inició en el siglo XIX para afirmar a las mujeres como personas con derechos. Agradezco a quienes, desde hace muchos años, han abierto puertas para las que llegamos después. Admiro profundamente a las mujeres que han ganado espacios fundamentales para todas nosotras: en la academia, la empresa, la política… Asimismo, siento esa responsabilidad de llevar la bandera del feminismo sin excesos, perversiones ni oportunismos.

Es innegable que desde el feminismo aplaudimos de pie el éxito de otras mujeres. Resaltamos los logros que nos permiten enorgullecernos como colectivo. Y, sin embargo, no todo es cuestión de género.

Desde niña imaginé cómo sería el día en que una mujer llegara a ocupar la Presidencia de la República en Ecuador. Ahora, que cabe esa posibilidad, la visión de ese futuro es gris, incluso penosa. La candidata actual a la Presidencia es la antítesis del feminismo. Elegirla sería un retroceso y una deshonra a todo el camino transitado. Luisa es una súbdita del patriarcado, una esbirra del patrón que quiere hacerse nuevamente con el control de nuestro país. Como se evidenció durante el debate presidencial, no es más que la repetidora de un discurso desgastado, tóxico y ruin. Su fórmula es la del pasado. No cuenta con proyecto propio. A la mayoría de las preguntas respondió: “como ya lo hicimos antes”. Es decir, como su patriarca lo hizo antes.

Hace un par de semanas la escuché también en una transmisión en vivo. Era una conversación abierta con su jefe, a quien ella se dirige como “presidente”. Sí, una candidata a la presidencia que llama “presidente” a alguien que dejó Carondelet en 2017. En aquel foro no hubo propuestas, solo adulación y piropos entre ellos. Le manifestó que, de ser elegida, sin duda, él será su principal asesor.

El feminismo ha trabajado durante más de un siglo para que la mujer tenga los mismos derechos que el hombre. Para que las remuneraciones salariales no sean discriminatorias por género, sino que sean relativas al perfil profesional de la persona. Para que las mujeres puedan postularse a cargos políticos.

Pero, no. No le daré jamás mi voto a una mujer que traiciona todos los preceptos del feminismo. A alguien que representa al bando contra el que por tantos años hemos luchado.