¡No hay Proyecto nacional!

Un pensamiento popular dice que  todo tiempo pasado fue mejor, pero la política es la excepción, pues si miramos atrás veremos que la historia se ha repetido. Pensemos en la “década gana”, en el “bucaramato”, o en el frebrescorderismo, por ejemplo, y  el refrán debería decir: “ningún tiempo pasado fue mejor”. No es pecar de pesimistas, peor aún de no reconocerles algún acierto que hayan tenido a esos regímenes; pero, lo cierto es que desde la vuelta a la democracia a finales de los setenta, para no ir muy atrás, lo común y “normal” ha sido que nuestros gobernantes, si lograban terminar sus mandatos, acaben prófugos, autoexiliados y después, cuando las causas prescribían, o se “arreglaban” las imputaciones gracias a los nuevos compinches en el gobierno de turno, retornaban graduados de analistas políticos y con qué vocabulario algunos de ellos.

Por otro lado, no faltan los medios de comunicación que aún nos siguen pasando las novedades del violento y criminal paro campesino, de lo que ocurrió, lo que se perdió, lo que se quemó, se asaltó y saqueó, a pesar de que todos sabemos que los dirigentes son intocables, que nadie pagará nada, porque en el Ecuador se ejerce esa verdadera “democracia de las mayorías”, en la que si de pronto a algún juez se le ocurre condenar a uno de los cabecillas, la masa se toma el Palacio de Justicia y hasta se llevan al magistrado para hacerle  “justicia indígena”.

Cierto es todo lo anterior; verdad es que los medios y los ciudadanos deben dar cobertura a las coyunturas del momento —son importantes—, pero más allá de todo, también se debe hablar con urgencia de un proyecto de país. No obstante, nadie dice nada.

En la actualidad, los constitucionalistas están de moda y se lucen con sus declaraciones  en televisión. Los politólogos, los sociólogos y los economistas saben de principio a fin las razones de tal o cual suceso, pero es momento de establecer un diálogo nacional en el que muchos sectores que han estado invisibles se manifiesten: las universidades, como centro de generación del pensamiento; los colegios profesionales, devastados por el gobierno anterior, las cámaras de la producción, los indígenas, los obreros; en fin, la ciudadanía entera detrás de un proyecto nacional que perfile los lineamientos de una sociedad más seria y ya no me atrevo a decir más humana, por el mal ejemplo histórico que la humanidad ha dado y sigue dando a sus descendientes.

No es posible acomodarnos sobre nuestra seguridad sin pensar en los demás; no conviene una sociedad frívola y hueca; una juventud, que a nombre de ser “de cristal”, debe gozar de todos los privilegios, caprichos y mimos de unos padres carentes de autoridad y serviles ante sus hijos, quienes hoy son electores y mañana los elegidos para llevar los destinos de los demás.

Esta es una prioridad inminente del gobierno. A  este le corresponde propiciar el debate en pos de un proyecto nacional de país, de lo contrario seguiremos viendo pasar en los medios de comunicación, las crónicas de violencia, las noticias de farándula y cualquier forma de distracción, con tal de saciar el espíritu caníbal y arribista de una sociedad preocupada solamente de consumir sin límite.