Naufraga la ética de la responsabilidad

En Ecuador es una constante: tanto la Asamblea Nacional como el gobierno de turno suelen estar fuertemente castigados por las encuestas. Tampoco es un fenómeno nuevo ni único el afán del Legislativo por hacer implosionar al Gobierno, tal como ocurre con el régimen del presidente Lasso. Algo que conlleva costos en el corto, mediano e incluso largo plazo para nuestra democracia, siempre en agonía.

Ministros suyos son llamados a menudo a rendir cuentas. Ahora le toca el turno al Consejo de la Judicatura, pero por las manos del correísmo, parte de la Izquierda Democrática y de Pachakutik no pocas instituciones se han salvado.  Incluso hasta el propio Presidente ha tenido que lidiar con la posibilidad de que ese bloque opositor le sacara del cargo.

Para este muy singular “bloque”, que alguien acierte en algo le convierte en sospechoso, en candidato al escrutinio y destitución. La abundancia de desinformación que saben generar crea un escenario político muy volátil. Hacia ahí apunta toda su estrategia mediática. Es una suerte de telaraña que se va tejiendo día a día “por debajo de la mesa”.

En efecto, echando mano al oportuno auxilio del funcionariado, los “juicios políticos” se suceden y las amenazas de hacerlos contra alguien o algo no menguan. Una forma endiablada de minar sistemáticamente los mecanismos de que dispone la propia democracia para defenderse. Una sucesión de jugadas perversas por donde se las mire.

Esta estrategia solo puede producir incertidumbre, abusos, perplejidad y desorden. La “ética de la responsabilidad”, es decir, la preocupación constante lítico por los resultados de sus acciones, no está en su conducta habitual. Si el país se hunde en el caos responsabilizarán al mundo, a la estupidez de los hombres o a la voluntad de Dios. No es problema violar las normas democráticas si es para defender ideas e intereses que les gustan.