Nadie merece esto

Mílica Pandzic

Nunca pensé que escribiría una columna en este contexto. Nunca pensé que Ecuador se convertiría en lo que es hoy: un país a la merced del crimen organizado y el narcotráfico; uno de los países más violentos de América Latina; un país que ha perdido la paz.

En este último mes, la escalada de violencia ha alcanzado límites que muchos ingenuamente pensamos que no se iban a cruzar. Ingenuamente, claro, porque las señales y advertencias estaban ahí. Desde antes de este gobierno, sí, pero mucho más visibles en estos dos últimos años, a vista y paciencia de un gobernante completamente incapaz.

Ya no es solo la delincuencia común o el “se matan entre ellos”. En estos días vivimos entre sicariatos, extorsiones, atentados, secuestros, y muertes que trastocan a todo el país porque son las muertes de quienes están ahí para representarnos, de quienes proponen trabajar por nosotros, por nuevas oportunidades y por un futuro mejor. El crimen organizado nos está quitando hasta eso: la esperanza de soñar con un mejor Ecuador.

Hace unas semanas fue Agustín Intriago. Ayer fue Fernando Villavicencio. Independientemente de las preferencias políticas, del gusto o disgusto por quienes en vida fueron estos políticos, estos crímenes nos enlutan a todos los ecuatorianos. Las palabras de solidaridad con sus familiares, amigos, y simpatizantes se quedan cortas. Nadie merece morir asesinado, nadie merece morir por participar en política, nadie merece la impunidad que estamos viviendo.

No creo que sea el tiempo o el espacio para hacer mayores análisis sobre lo que sucede. Prefiero limitarme a esta reflexión humana y personal, pues lo único claro para mí hoy es que nuestra historia se ha visto terrible y dolorosamente manchada, para siempre. Ecuador dejó de ser el país en el que nacimos; ya no es el mismo país que conocíamos. Y no es posible saber cuándo veremos los anhelados mejores días.